Emiliano Monge: "La autoficción me da mucha risa"
Emiliano Monge: "La autoficción me da mucha risa"

Emiliano Monge quería que la historia de "No contar todo" (Literatura Random House, 2018) sea la primera que publicara como escritor. Sin embargo, no encontraba la forma de escribir sobre su familia y de sí mismo.

Años y libros después, logró una exploración de lo íntimo en los Monge, que tuvo como disparador el día en que su abuelo fingió su muerte para desaparecer, huir de una vida que lo asfixiaba. Algo que, de otra manera pero bajo la misma esencia, también haría su padre y que el mismo Emilio (o tal vez el personaje de la novela) haría luego, físicamente o en la literatura.

Rodrigo Fresán comentó, apuntado a "la autoficción", que "lo que me parece alucinante es que todo el mundo piense que su vida tiene interés y merece ser escrita". ¿Pensaste en eso cuando escribías esta novela?

Sí y mucho. Ese fue uno de los motivos por los que me tardé tanto en escribirla. Esto sucede, sobre todo, con los libros de autoficción, que se ha puesto muy de moda y que me da mucha risa, porque es un género que no existe. La autobiografía estaba ahí desde que empezó la literatura. La autoficción ha hecho mucho daño porque borra la figura del narrador, que es el primer personaje. Yo quería rehuir a eso y mi novela tiene tres narradores diferentes por imponer la figura del narrador y defender la idea de la autobiografía.

Cuentas desde el diario, una conversación, el silencio, donde también dices mucho de ti… 

Llegué a los silencios por una cuestión técnica: no quería que un personaje tuviera más peso que otro de los tres principales. Por otro lado, uno de los escritores que más me interesan es Beckett. En una entrevista dijo que, con el tiempo, se dio cuenta que lo único que había hecho era buscar la voz de su silencio. Fue mi homenaje a esa idea: presentar la voz de mi silencio en esa conversación con el padre. Pero no esperaba que ese silencio se convertiría en una fotografía más cercana de mí que cualquier palabra que podría decir.

¿Cómo ha sido hablar de ti desde una historia personal, íntima? 

Me daba temor lo que podría llegar a decir de mi padre, mi abuelo, y ser capaz de hablar de mí con la misma frialdad y justicia literaria. Pero me pasó algo muy extraño: fue como si me volviera un psicópata. Escribí como si estuviera hablando de la historia de alguien más. El tiburón, cuando ataca, las últimas milésimas de segundo antes de morder, como no tiene párpados, voltea los ojos para protegérselos. Cuando llegué a esto, volteé los ojos de las emociones para poder morder la historia, sacudirla y desgarrarla. Luego, vino el golpe emocional.

La novela también habla del machismo y la violencia en México...

Es evidente que la mujer es una víctima del machismo, pero el hombre también lo es. Se nos impide una masculinidad normalizada: no sabemos ser hombres, sabemos ser machos. Y eso es una cosa dolorosa y terrible.

Tu libro también te deja la pregunta de qué tan extraños o cercanos somos en la familia… Me dejó pensando mucho eso y quizás es lo menos que he podido resolver: ni dentro de la novela ni después. La manera en que vivimos la familia nos genera una cantidad de problemas, en América Latina, muy fuertes. Es ahí donde nace buena parte de las violencias que seguimos reciclando socialmente.

¿Lo que más compartían los tres personajes era la insatisfacción? 

Hay una insatisfacción como ontológica, que es resultado de la violencia machista, por increíble que parezca. La primera vez que uno toma conciencia de sí mismo y dice: "Me gustaría hacer tal cosa", casi siempre la familia se ríe, te dice :"Estás loco, eso no". Siempre la primera vez que se pone la distancia entre lo que uno quiere ser y lo que uno es, no la pone uno, sino el primer círculo, que es el de la familia. Y ahí nace una insatisfacción.

¿Cómo va tu nuevo libro? 

Empezó con 350 páginas, luego tuvo 260. Y creo que el último borrador tendrá menos de 200. Se han sintetizado 50 narradores de una manera impresionante. Es una novela muy diferente: abarca casi 100 años, es intimista, habla de la historia y la violencia desde el hogar. Es distópica y empieza dentro de cinco años y acaba en 70, con tres periodos importantes: un viaje en un barco, una reconquista de Europa, el fin del lenguaje, el principio de todo lenguaje. Es como una cosa de ciencia ficción, donde la violencia solo cabe en el habla. La violencia sigue ahí, pero de un modo totalmente distinto. 

DATO

388 páginas tiene su novela "No contar todo".