“¿Qué es el infierno? El infierno comienza cuando los actos sencillos y necesarios de la vida se tornan monstruosos… Ahora es temible caminar, respirar, ver, pensar”, dice el primer epígrafe de “En octubre no hay milagros” (1965) y parece que la cita de Howard Fast hubiera sido escrito hace un mes por todo lo que se vive en la pandemia.

Ir al mercado, comprar pan, trasladarse, tocar, respirar (sin mascarilla) ahora son acciones peligrosas.

Sin embargo, el fragmento que colocó Oswaldo Reynoso en su novela, hace 55 años, tenía la intención de conectar con su propuesta: que ese infierno, sin virus, ya estaba en Lima, la ciudad a la que volveremos tras el aislamiento social.

¿Qué sociedad tuvimos hace dos meses y qué tan diferente era a la que se construye en la novela de Reynoso? Las historias de “En octubre no hay milagros” se proyectan en la desigualdad social, la pobreza, la violencia, la corrupción, el malvivir, con un lenguaje empapado de la oralidad de la calle, y la mirada del escritor, su cadencia poética, esa belleza en el horror que inquieta, conmueve, perturba.

Como apunta el prólogo de Washington Delgado, publicado en la cuarta edición, el libro “puede horrorizar o seducir al lector, no lo dejará indiferente; es una novela que al enfrentarse valerosa, noble y sinceramente, a la realidad que nos rodea, abre un nuevo camino de verdad y belleza en la literatura peruana”.

Por ello “En octubre no hay milagros” fue, además, una novela que causó, de inmediato, polémica. El crítico José Miguel Oviedo escribió que “hay páginas hediondas que deben arrojarse, sin más, a la basura y el autor es un marxista rabioso”. Mientras que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa publicó que “la novela de Reynoso no es pornográfica ni obscena. Es un libro de una crudeza fría y áspera como la realidad que la inspira y tiene los altos méritos —raros, entre nosotros— de la insolencia y de la ambición”.

Ese atrevimiento de hurgar en la marginalidad, el sexo, la religión, el descontento de sus ciudadanos, la crítica a las clases altas, los políticos, lo que alteró a tantos hace más de medio siglo, es uno de los factores para que el libro no haya envejecido.

Hacer literatura, al final, en fondo y forma, siempre es riesgo.

Releer “En octubre no hay milagros” significa, como se dijo al inicio, repensar la ciudad, el país, que dejamos, sin salir, hace dos meses. Porque, a pesar de que ya no hay tranvías en Lima, todavía existen realidades que, en esta crisis, han salido a flote, más vivas y más dolorosas.

EN LÍNEA

“En octubre no hay milagros” fue reeditada por Alfaguara y cuenta con un ebook que se puede conseguir en la red.