Enrique Planas: “La paternidad y la literatura son caminos de autodescubrimiento”
Enrique Planas: “La paternidad y la literatura son caminos de autodescubrimiento”

Enrique Planas reúne en Demasiada responsabilidad (Penguin Randon House, 2017) relatos cotidianos en los que reflexiona en voz alta sobre su experiencia como padre para tratar de entender la sabiduría de sus hijos y aprender con ellos. Sus pequeñas historias son tiernas y tienen toques de humor; asimismo, evidencian nostalgia, miedos y frustraciones.

¿Qué cambió en ti al convertirte en padre? 

Ser padre te hace más cobarde, más conservador, más frágil. Todas parecen ser condiciones de las cuales no sentirse orgulloso, pero te obligan a replantarte mucho, te quitan del centro en el que estabas, te quitan el egoísmo propio del adolescente que uno es hasta que es padre y comienzas a pensar en una persona que cuando nace está totalmente desvalida y depende de uno. Eso fundamentalmente sí te transforma. Lo importante es saber reflexionar sobre esos cambios. No podemos dejar que el miedo, el prejuicio o la inseguridad tomen las decisiones por nosotros. Un padre está lleno de inseguridades y miedos, pero también tiene la posibilidad de aprender de quien le está dando la experiencia: su hijo. Muchas veces son mis hijos los que me enseñan a ser menos conservador, menos miedoso. En realidad, ellos son los que me dan muchas respuestas.

¿Qué modificó en ti la paternidad como escritor? 

Creo que te da más humor. Te confirma algo que ya tenías claro, pero que la paternidad te ayuda a entender: que no es tan importante la literatura después de todo, que la experiencia de la paternidad es muchísimo más enriquecedora. Yo creo que tanto la literatura como la paternidad son caminos de autodescubrimiento. Y, en ese sentido, las dos pueden ser complementarias. Uno tiene que aprender a sacarle partido a todo lo que tiene y la experiencia de la paternidad y la experiencia de ser escritor muchas veces pueden solidarizarse. Todo se nutre. No son cambios radicales ni kafkianos. Se trata simplemente de acomodarte a lo que te da la vida. 

En uno de tus textos sueñas con que tu hijo sea tu héroe, para que te salve de ti mismo. Pareciera que estuvieras buscando que te rescaten de algo...

Bueno, todos pedimos un poco que nos rescaten. Esa es, de algún modo, la historia detrás de todas las historias de superhéroes. Pero no estamos hablando aquí de la responsabilidad paterna, esto no es un ensayo sobre la paternidad, sino que se trata de entender la propia sabiduría de tus hijos y que la responsabilidad muchas veces es la de tus hijos, no la tuya. Ellos tienen que soportarte, con todos tus errores, tus limitaciones, tus frustraciones, ese paquete de traumas que todos tenemos y que nuestros hijos lastimosamente están obligados a sobrellevar.

¿Ha sido demasiada responsabilidad ser padre? 

Todo reto nos sobrepasa siempre, toda nueva experiencia termina siendo mucho más de lo que pensamos y, en esa medida, creemos que es demasiado. Pero cuando vemos las cosas con distancia, estas nunca son demasiadas, las cosas son como son. Yo creo que, aunque nos guste, no hay que hacernos dramas en nuestra vida cotidiana. La responsabilidad de tener hijos en un goce. Y uno no lo vive como una responsabilidad, lo vive como una entrega permanente, diaria, jocosa.

En estos textos hay mucha ternura, toques de humor, pero también hay pasajes tristes, como cuando hablas de tu padre y su partida. Dices, por ejemplo, que “el dolor adapta muchas formas”. ¿Qué forma adoptó en ti esa pérdida?

Es complicado decirlo porque justamente como la pérdida tiene muchas formas no llegas a definirla, se van permanentemente transformando. En mi caso, creo que la pérdida se ha manifestado en mis libros, en mi propia relación con las personas, en la dificultad de comunicarme libremente frente a una persona. Creo que la pérdida se manifiesta en esa defensa que uno construye para evitar más dolor. Se manifiesta de distintas formas. No puedo psicoanalizarme tan impúdicamente sin ser un profesional en esa carrera. Todos en el fondo somos huérfanos, solo que procesamos la orfandad de distintas formas. A veces las conservamos como si fuera un bien y otras veces nos enfrentamos a ellas hasta destruirlas.

¿Fuiste un buen hijo? 

¿Qué es ser un buen hijo? Hay un chiste de Mafalda maravilloso, cuando va a una tienda de llaves y le dice al anciano que atiende: “¿Me da la lleve de la felicidad?”. Y el viejito le responde: “Claro, ¿tienes el modelo?”. Y la niña se va y dice: “Astuto el viejito”. Es lo mismo. ¿Cuál es el modelo de ser un buen hijo o un buen padre?, ¿comparado con qué? Yo creo que tuvimos momentos felices y de los otros. Hay muchas culpas, hay muchas cosas no resueltas, hay muchos momentos en los que uno pudo haber dicho “te perdono” o “perdóname”, pero eso no nos hace ni buenos ni malos, eso es lo que nos hace ser humanos. Con mis hijos trato de ser un padre, no un buen padre.

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