Hugo Coya: "La sociedad peruana se deja llevar por las apariencias"
Hugo Coya: "La sociedad peruana se deja llevar por las apariencias"

Demetrio Chávez Peñaherrera, más conocido como “Vaticano”, un nombre que, tal vez, podría pasar desapercibido en la actualidad, pero a finales de la década de los años 80 e inicios de los 90 fue uno de los más grandes narcotraficantes del Perú. Por esta razón, el periodista Hugo Coya decidió investigar el perfil de este personaje por casi dos años y revelarlo en su libro Polvo en el viento (Editorial Planeta), que narra las visitas constantes a la cárcel que realizó, entrevistas a 78 personas que hicieron conocer a Vaticano, su modus operandi, entorno y cómo era percibido por los demás.

¿Qué modificaciones se hicieron en esta reedición?

Cuando salió el libro, “Vaticano” estaba en la cárcel, fue la primera vez que hablaba con un periodista en más de 20 años. Hay que recordar que fue socio de Pablo Escobar y de los hermanos Rodríguez Orejuela, de los capos del Cartel de Medellín y del Cartel de Cali, y fue el único narcotraficante registrado, hasta el momento, que haya conseguido ser socio de estos dos carteles y no morir. Entonces, agregué algunas informaciones que no estaban en la versión anterior. Se trata de una versión corregida, aumentada y actualizada.

¿Existen diferencias entre “Vaticano” y Pablo Escobar?

De hecho la prensa, en el momento de su captura, lo calificó como el Pablo Escobar peruano, porque muchos de sus métodos fueron copia fiel. Es más, él (“Vaticano”) me dijo que conoció a Pablo Escobar y este le daba consejos de cómo debía hacer para ganarse las simpatías populares. Entonces, en el pueblo donde desarrolló sus operaciones construyó un estadio, pistas, llevó electricidad, la televisión, la antena parabólica, mucho dinero y prosperidad. A tal punto que cuando regresé, después de casi 15 años, a ese lugar a entrevistar a la gente del pueblo, todos hablaban de él con nostalgia y preguntaban: “¿Cuándo sale Vaticanito?”.

Han sido dos años de investigación...

Un poco más de dos años de visitarlo prácticamente todos los domingos. De levantarme a las 3 de la mañana, porque en ese tiempo no había tren eléctrico, e ir a San Juan de Lurigancho y hacer cola. Al principio me dieron permiso como periodista y me dejaban entrar, pero como estaba yendo demasiado, les dio miedo a los agentes de seguridad y me lo prohibieron. Tuve que cambiar estrategia.

¿Cuál fue la nueva estrategia de visita?

Ingresar como si fuera pariente de “Vaticano”, haciendo mi cola todos los domingos. Tenía que llevar mi agua y cigarrillos para darles a los policías y someterme a los 5 sellos y todas las revisiones, como la del calzoncillo, porque hasta el momento el color rojo estaba prohibido.

¿Por qué?

Resulta que los presos de Sendero Luminoso también estaban ahí. Entonces, muchos de sus pares iban y se quitaban el calzoncillo en la cárcel.

¿Para hacer banderas?

Exacto. Hacían banderas con los calzoncillos rojos. “Vaticano” algunas veces me recibía en el patio, otras veces en su celda y, como era domingo, de fondo sonaba un coro de cánticos evangélicos mientras él me contaba cómo vendía la droga y cómo preparaba la cocaína.

Además de conocer lo que hizo este narcotraficante, ¿qué más se puede aprender de la vida de “Vaticano”?

Creo que este libro es un cuestionamiento a la sociedad peruana que se deja llevar por las apariencias. El tipo se presentaba como un próspero empresario, nadie preguntaba de dónde sacaba el dinero.

Nos hemos quedado más en lo superficial...

Exactamente o queremos imitar. Sinónimo de éxito es tener dinero y de repente no valoramos la inteligencia u otras cosas que como peruanos deberíamos apreciar, eso nos muestra también la historia de “Vaticano”.

¿Cuándo fue el último contacto que tuvo con él?

Hablé con “Vaticano” después que salió de la cárcel. De hecho, le llevé el libro antes.

¿Lo leyó?

Sí.

¿Y qué le pareció?

Algunas cosas no le gustaron. Le dije claramente que esto no era una biografía. Hablé con 78 personas además de él, amigos, enemigos, policías, militares, abogados, porque soy un periodista, no un relacionista público y trato de mostrar, en el libro, la mayor objetividad posible, no para elogiar su actividad, sino para cuestionar a partir de su caso a toda la sociedad.

Hugo Coya

Periodista. Presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Radio y Televisión del Perú (IRTP). En el 2012, publicó ‘Estación final’ y, en el 2014, ‘El periodista y la televisión’.

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