“Voy a ponerla en la posición en que nació”, fue la frase que le destrabó la escritura y el alma a Katya Adaui. Se lo dijo la veterinaria de Mara, su compañera de cuatro patas que partió en Buenos Aires durante la pandemia del COVID-19. Volver al origen desde el final, completar un círculo para vivir. “Hay palabras que nos dicen y no sabemos cuánto te están cambiando la vida al escucharlas”, dice la autora. Ese fue el disparador de “Quiénes somos ahora” (Random House, 2022), su reciente novela que cuenta la historia de una familia -infancia, muerte de los padres y el presente-, donde la oscuridad tiene su contrapeso luminoso, con risa, amor, sosiego y pérdida de la rabia. “El duelo se hace bien cuando la rabia se empieza a ir”, comenta.
Joan Didion le dijo a “The Paris Review” que las novelas eran como las historias que los médicos le piden a los niños para saber qué temen, qué les preocupa o qué piensan, porque, cuando las cuentas, entiendes cosas...
Uno escribe para entender. En este libro, sentí que, por fin, los duelos estaban bien cerrados, que había un ciclo que terminaba y que ingresaba a un tiempo presente, donde entra el amor, la vida luminosa, la migración, el deseo, la escritura. Como habitar el presente. Cuando terminé este libro, me pareció que el pasado quedaba atrás.
Las marcas del libro han hecho pensar que se trata de autoficción, pero quizás no importe por la forma de la novela…
La veo como una cosa híbrida. Estoy poniendo a prueba otros géneros, en los que no me había explayado antes: la poesía, el ensayo, el perfil de personajes. No estoy pegada al texto, hay una distancia. Por eso, yo la vivo como una novela.
En “Máscaras” de Leonardo Padura, un personaje dice que no hay perdón sin reparación, que no basta el olvido. ¿Esta novela es una forma de reparación?
Si bien no es mi terapia, la escritura es un ejercicio reparador, porque el lenguaje crea inmediatamente lo que ha sido imaginado. Para mí, el lenguaje es siempre casa, una casa que se repara a sí misma, que se reconstruye.
Lo que me dejó el final del libro fue, sobre todo, el amor propio de la narradora…
Sí, eso que dices es muy lindo. No lo había visto así, pero creo que sí. El amor propio quizás es el amor más difícil de sostener. Hay que (re) aprender a amarse a una misma o uno mismo. El amor propio es donde uno sabe que, pese a cualquier soledad, la pasas bien contigo misma. Y hacerlo y no desesperar es un aprendizaje de la infancia, de cuando uno se entregó al juego y la imaginación. Para mí, esa es la escritura: el lugar donde voy a jugar e imaginar.
La narradora de la novela se deslumbró desde pequeña con la escritura. ¿Ha cambiado esa sensación?
Hay muy poco tiempo de vida. ¿Por qué no estamos haciendo lo que nos llena de ilusión y goce? Para mí, la escritura es ese lugar donde voy a entregarme con alegría. La sensación de escribir la tengo siempre. Escribo una línea y siento la misma emoción de la primera vez que lo hice conscientemente a los nueve años.
¿En qué trabajas después de “Quiénes somos ahora”?
Acabo de publicar dos libros infantiles (“Patichueca” y “Otra cosa”) que están unidos a la novela, porque responden a la infancia. Ahora estoy trabajando en una no ficción. Me encuentro en la etapa de investigación, de acopio, que es como una vuelta al periodismo. Está entre la no ficción y el ensayo, porque ya me siento más capaz de pensar desde otro lugar.
AUTORA
Katya Adaui Sicheri nació en Lima en 1977. Ha publicado los libros de cuentos “Algo se nos ha escapado”, “Aquí hay icebergs” y “Geografía de la oscuridad”, así como la novela “Nunca sabré lo que entiendo”.