A la edad de 11 años, tuvo la determinación de ayudar a sus padres en el hogar. Decidió coger un costal y llenarlo de papel higiénico e ir al mercado para venderlos. El primer día no logró vender nada, se sintió enojado consigo mismo y con muchas ganas de llorar. Su madre al ver su rostro le preguntó ¿qué sucedió?, pero no fue capaz de expresar su frustración. Sin embargo, su padre sospechaba lo que ocurría y le dijo que quizás había cometido un error en aceptar su ayuda, pues antes debió mostrarle una estrategia. En ese momento, el niño Carlos Serván tuvo una de sus primeras enseñanzas de perseverancia, enseñanzas que relata tiempo después en su libro de memorias “Aprendizaje de la oscuridad”.
“Aprendí que no hay que darse por vencido, y eso hasta ahora lo utilizo en el trabajo, y en otros aspectos de mi vida aquí en Estados Unidos, pues no ha sido fácil llegar a aquí”, recuerda.
Con el pasar de los años, Serván cuenta a Correo que se hizo cadete de la Escuela de Oficiales de la Policía de Investigación del Perú (PIP). Sentía pasión por la patria y por la institución. “Cuando cantaba el himno nacional se me llenaban los ojos de lágrimas y cuando me pasó lo que me pasó después de los resultados sentí una decepción hacia el sistema”, comenta.
A los 20 años, mientras realizaba un ejercicio de campaña en su escuela policial, Carlos Serván sin saberlo cogió una granada que estalló en sus manos e inmediatamente le dio una sensación de oscuridad profunda, que luego de dos operaciones se confirmó en la pérdida de su vista, y la ya antes anunciada pérdida de su mano derecha.
En la oscuridad. Después del fatídico incidente, al quedar ciego atravesó por distintas situaciones que normalmente lo hubiesen hecho decaer, pero que sin embargo lo incentivaron a seguir a adelante: la pérdida de su primer amor, el no conseguir trabajo por su condición o percibir el sufrimiento y compasión de sus familiares y amigos.
Ante ello, Carlos Serván decidió continuar esforzándose para lograr más.
“Conocí a otros ciegos y vi que algunos pasaban por lo mismo, pero otros eran mucho más positivos y exitosos, y decidí comenzar a aprender de estas personas que no se lamentaban por ser ciegos, se reían y se hacían bromas. Yo sabía que podía ser más y tenía ganas de estudiar y trabajar”, comenta Serván.
Con la determinación de continuar y en esa etapa de aprendizaje, a los 23 años decidió ir a Estados Unidos para buscar las oportunidades que no podía lograr en Perú.
Después de unos días en Estados Unidos, junto a su madre, visitó una iglesia hispana en busca de estudios y trabajo. Allí lo acercaron a la Federación Nacional de Ciegos y conoció a varias personas que lo motivaron y enseñaron a convivir como una persona normal con las mismas oportunidades que otros pese a ser ciego.
“Me fui a entrenar allá, y fue totalmente diferente a Perú. Primero te entrenan en la parte filosófica, te dicen que todo ciego puede competir de codo a codo con las personas que sí pueden ver, siempre y cuando tengan buen entrenamiento y oportunidades. En ese momento me sentí muy bien pues que un ciego le diga eso a otro ciego es increíble. Y fue allí donde me enteré de que los ciegos acuden a las universidades, a los bares, a trabajar solos, y es totalmente diferente a Perú en donde muchas veces se necesita de un apoyo y se tiene temor”, cuenta Carlos.
Los relatos de su vida, antes y después de quedar ciego, continúan entre las páginas de “Aprendizaje de la oscuridad”, una publicación bajo la editorial La Nave, que es un testimonio autobiográfico de superación y perseverancia frente a las adversidades. El libro se presentará mañana en el Parque de la Exposición junto al autor y los comentarios de la docente y gestora cultural Melissa Pérez García; y el abogado y escritor Emilio Noguerol.
Carrera
Es doctor en Jurisprudencia por la Universidad de Nuevo México y tiene una maestría en Administración Pública. Es presidente del Consejo Nacional de Administradores de Agencia en Rehabilitación para Ciegos en los EE.UU.
Datos
11 marzo, a las 3:00 p.m. y en la Biblioteca Metropolitana de Lima, se presenta el libro.
57 años de edad tiene Carlos Serván, que quedó ciego en su cuarto año como cadete de la PNP.
A la venta en la librería El Virrey de Miraflores.