La historia es conocida: Lizardo Cruzado publicó su primer y hasta ahora único poemario, Este es mi cuerpo, con versos que escribió entre los 12 y 19 años, en 1996.
Los poemas, celebrados por Javier Sologuren, Antonio Cisneros y Blanca Valera, habían ganado en cuatro oportunidades el Concurso Literario Lundero -el primero lo obtuvo con tan solo 15 años-, que entregaba el suplemento cultural del diario La Industria.
El joven chancón, que disfrutaba de la poesía y soñaba con ser médico, a pesar de los laureles, no volvió a publicar otro libro. Estudió Medicina y se convirtió en psiquiatra, su forma profesional de hacerse el loco, como suele repetir.
Pasaron 22 años de silencio editorial hasta que el poemario, que los jóvenes devoraban en PDF o en ajados ejemplares de los 90, volvió a ser editado con la recordada cucaracha en la portada verde.
La nueva edición (Pesopluma, 2018) cuenta con un texto de Manuel Fernández y un epílogo de Cruzado donde narra la travesía de Este es mi cuerpo.
Así, luego de dos décadas, el poemario -que también tiene una juguetona advertencia: “Manténgase fuera del alcance de los niños”- resucitó y fue presentado en la Feria Ricardo Palma, donde el autor estuvo hablando de su poesía y el cuerpo que entregó, en forma de ingeniosos y divertidos versos, y que no volvió a mirar hasta ahora.
¿Dónde ha estado durante estos años?
Aprendiendo a ganarme la vida (risas), porque de la poesía no se puede vivir sino metafórica y espiritualmente.
¿Por qué dejó de publicar?
El trabajo de los escritores es escribir; el de los editores, editar. En todo este tiempo, no me han pedido textos. Teo es el primero que lo hizo. No es que me haya enclaustrado y recluido, sino que, como no soy del ambiente literario, no participo en talleres ni tengo un grupo consolidado. Quizás sea por eso, pero a mí me gusta escribir y lo hago. Es una alegría reencontrar la poesía después de tanto tiempo.
¿Por qué volver ahora?
Será que recién he acabado la adolescencia, que es prolongada. Como soy un aficionado, escribo desde mi perspectiva vital. Este es mi cuerpo es el mundo visto por un chiquillo, un adolescente. Ahora soy un hombre que empieza a envejecer: es una nueva perspectiva.
¿Releyó sus poemas?
No me gusta leerme, así como no me gusta mirarme al espejo (risas). He tenido que hacerlo después de tantos años.
¿Y cómo ha sido verse en ese espejo de joven poeta?
Bochornoso (risas).
¿Qué lee?
Hubiera querido ser narrador. Me gusta más leer narrativa.
Intentó escribir dos novelas cuando era niño...
Habré llegado a la página dos (risas).
¿Por qué no insistió?
Hay un momento en que uno se conoce y acepta con resignación lo poco para lo cual uno no es tan malo.
¿Cómo será su nuevo libro?
Se llamará No he de volver a escribir. La mayoría son versos recientes, de un hombre que empieza a cursar los años de la progresiva decrepitud. Hay un chiste que dice: si después de los 40 años te despiertas un día y no te duele nada, es porque estás muerto. Confirmo cada día que estoy vivo.
Vivo y escribiendo...
Sí, he reencontrado la poesía, lo cual es como abrir un baúl, y encontrar los juguetes de la infancia y que todavía funcionen como si las pilas no se hubiesen desgastado.