Hay un doble registro dentro de la novela “Thomas y Tomás” (Tusquets, 2023) de Carlos Calderón Fajardo. Los personajes, las historias, los contextos sociales, las miradas, los miedos y las esperanzas están marcados por una dualidad que se mueve entre la ambigüedad y el secreto.
La propuesta tiene una trama en apariencia familiar que se alimenta, de manera paralela, de otra social e histórica. Incluso, en el final, hay una doble resolución: el triunfo de la música sobre la violencia y la inescrutable vida familiar de los Gonzales-Frisst.
Tomás nació por la muerte de otro, su hermano Thomas, un alemán perdido en la Segunda Guerra Mundial. Su padre, Rodolfo Gonzales, lo moldeó como el hijo que debió abandonar con su esposa, Lili Frisst, en la Alemania nazi.
En los últimos años de su vida, el médico jubilado y ciego, tirano hasta antes de su deterioro físico, le revela la identidad del otro Tomás y le da un encargo importante: reunirse en Alemania con Isaac Spirer, un pianista excazador de nazis que puede ser asesinado en un concierto. Tiene que salvarlo, es su misión, pero hay otro motivo por el que Tomás decide ir al país donde su padre estudió, se enamoró y tuvo un hijo: para encontrar una verdad, ordenar una “historia obliterada, tergiversada”, una clave que puede esclarecer “lo que perturbó gravemente toda mi existencia”.
Pero la naturaleza de la novela lleva la pregunta de qué es lo que busca Tomás a otros niveles. En los asedios a la respuesta, la naturaleza del libro resplandece en medio de la oscuridad, de los datos escondidos, como una gran novela policial y, a la vez, un retrato del pre y posnazismo alemán, con Adolfo Hitler como una sombra que crece con las acciones de sus fanáticos.
DE TOMÁS A THOMAS
El libro de Calderón Fajardo primero fija sus verdades para después manipularlas de manera radical. Porque el Tomás que conocemos, intrigado por la vida secreta de su padre, se transforma en una difusa imagen de su hermano alemán, a través de los recuerdos y los testimonios con los que reconstruye la vida de su progenitor en Berlín.
El autor peruano planta las señales y las sutiles variaciones en torno a la personalidad de su protagonista, incluso de manera física y emocional: el gran logro del escritor es que sus arriesgado caos es compacto, sólido y no cae en la inverosimilitud.
Cada personaje tiene una vida pública y otra insólita, la cual les puede costar la vida. Se mueven a través de divisiones invisibles, como la del desaparecido pero latente Muro de Berlín.
Los materiales de “Thomas y Tomás” tienen al contexto social como una gran base, pero también destacan la música y la pintura, dos artes que funcionan como belleza y miseria, terror y perseverancia.
Klaus, el cuñado de Rodolfo, es un genio del plagio a Caspar David Friedrich pero es un miserable, moral y económicamente. Mientras que Spirer tiene que dar un concierto para demostrar que no le tiene miedo a los neonazis, aunque pueda morir en el intento.
Esas son las dicotomías que Tomás nos relata en su viaje (físico y mental, familiar y conspiracional), mientras su identidad se abre en múltiples direcciones hasta que, después de la segunda parte de la novela, no sabemos si es el primer Tomás que contaba una historia o el desaparecido Thomás en la guerra que podría estar ocultándose en la casa de Anna Müller, quien solía llamarse Lili Frisst, o al que se dirige, como en una conversación, el mismo Tomás.
No hay una sola respuesta, incluso en la resolución de la trama, y esa es la gran virtud de la novela de Carlos Calderón Fajardo. Su libro retrata las contradicciones de los seres humanos, sus matices crudos y mortales, la xenofobia y los extremismos, la violencia más cotidiana y la más social, la hipocresía y la insatisfacción, bajo dos argumentos que, en realidad, siempre son uno solo.
DATO
El libro “Thomas y Tomás” de Carlos Calderón Fajardo, publicado de manera póstuma, fue finalista del Premio Tusquets de Novela en 2006.
Aunque no ganó dicho galardón -entregado a “Los ejércitos” de Evelio Rosero-, el autor peruano fue reconocido, en otras oportunidades, con el Premio Nacional de Novela Gaviota Roja y el Premio Hispamérica de Cuento.
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