Rodrigo Blanco Calderón: “Siempre puede haber una lectura política del arte”
Rodrigo Blanco Calderón: “Siempre puede haber una lectura política del arte”

Aunque no es su camino estético como escritor, Rodrigo Blanco menciona que la realidad es ineludible al momento de escribir ficción. Su novela “The Night” (Alfaguara, 2016), por ejemplo, se cuenta desde Caracas, la ciudad donde nació, y, aunque nunca se menciona al chavismo, el libro es una forma de captar y reflexionar sobre  la realidad venezolana de los últimos años.

¿Qué tipo de mirada te puede ofrecer la literatura para observar una realidad como la de Venezuela?

En el caso específico de una realidad tan convulsa como la venezolana en los últimos años, quizá la literatura supone un cambio de ritmo, una pausa, a veces una especie de movimiento en reversa, para recuperar ciertos episodios, anécdotas, momentos, atmósferas que el día a día y los discursos de la realidad no logran captar del todo. En el caso de mi novela, el contexto político y social era simplemente eso: un contexto para narrar otras cosas pero yo sí tenía una intención de fijar  la atmósfera de mi país cuando se declara la crisis energética en 2010.

¿Qué fue lo más difícil de escribir sobre estas sombras de tu país?

Lo que representó una mayor dificultad fue la segunda parte, una biografía ficcional sobre el escritor Darío Lancini porque no existían mayores registros sobre lo que fue su vida. Fue lo más difícil, y era la parte de la novela que se sustraía al presente. También tuve que hacer un esfuerzo para que la novela no se quede en lo coyuntural. Por más dolorosa que sea la situación, no se trataba de poner la novela al servicio de una denuncia al chavismo. No me interesaba hacer una novela del dictador. El chavismo es un capítulo actual de un mal mucho más antiguo y que los países latinoamericanos conocemos de alguna u otra forma.

Siempre en la oscuridad hay luces y tu novela se ilumina con el personaje de Darío Lancini...

Sí, para mí también representó eso, como un punto luminoso en medio de toda esa oscuridad. Tuve la oportunidad de conocerlo y de hablar con él un par de veces: era un personaje que me fascinaba pero todavía no se había transformado en una obsesión un poco bolañesca, de ir detrás de las huellas de este escritor un poco escondido. Fue una fascinación que creció con el propio proceso de escritura.

¿Los palíndromos, el juego de palabras, funciona como un mecanismo de entender el mundo, con toda la esencia de la escritura?

Sí, los palíndromos, para estos personajes, terminan siendo una especie de oráculo, de juego cabalístico que, aunque parezca una cosa formalista, totalmente alejada de la realidad, es una manera muy particular de ir a lo más hondo de lo que está pasando en esa ciudad y ese momento.

La literatura como forma de ver el mundo. ¿Se puede  desligarla de la política?

Yo creo que sí. En el caso de la literatura, uno tiene que cumplir con los imperativos estéticos que te solicita la propia obra. Eso, por lo menos, es lo que a mí me interesa, aunque eventualmente el lector es libre de establecer los vínculos y de ver el costado político de la literatura. Pero, obviamente, siempre puede haber una lectura política del arte, incluso hasta en la literatura más lúdica y evasiva o en las formas de arte más abstractas, tanto como Duchamp hasta César Aira. Es inevitable que lo que uno haga se contagie del entorno.

¿Es más clara la relación de lo político con lo literario en los premios como el Rómulo Gallegos?

Los premios literarios parten de una condición ideal de valorar, privilegiar lo estético sobre cualquier otro criterio al momento de condecorar ciertas obras. El caso del Premio Rómulo Gallegos siempre ha estado vinculado con la política, así sea por la intención de crear un espacio donde la política no entre. Cuando el chavismo toma el Rómulo Gallegos, y después del premio a Fernando Vallejo, quien da uno de sus discursos incendiarios y dice unas palabras contra el comunismo, Cuba, al año siguiente se decide incorporar a jurados abiertamente chavistas y premiar y encontrar un balance entre autores con novelas de cierta calidad, pero cuya posición política no fuese incomoda, y la línea ha sido así de inflexible. Eso es un ejemplo de cómo la politización de los premios literarios termina prácticamente por secuestrarlos y es la razón del desprestigio en el que ha caído el Rómulo Gallegos.

Perfil

Rodrigo Blanco es autor venezolano. Nació en Caracas en 1981. Escritor, editor y profesor universitario. Ha publicado “Una larga fila de hombres”,  “Los Invencibles” , “Las rayas” y “Los terneros”.Fue seleccionado en el grupo Bogotá39.