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Con un taller bajo el brazo y varias presentaciones, así fue la agenda que cumplió Rubén Silva en Arequipa.
¿Cómo ha influido tu experiencia como editor en tu proceso de escritura creativa?
Yo no solo he sido el publisher que busca libros, sino que me he ocupado de los textos y he acompañado a mis autores, a veces desde la idea, en la escritura de sus libros. Eso me obligó a desarrollar estrategias de creación, ténicas de desbloqueo que me servían para ellos, pero luego cuando empecé a escribir me han servido a mí mismo.
De esa experiencia, surgieron mis talleres de escritura de los cuales han salido varios escritores que escriben para el público infantil; también, mi trabajo como mentor literario y escritor por encargo.
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Después de Los miedos de Joaquín, ¿cómo ha evolucionado tu forma de abordar temas difíciles?
No soy conciente de eso, no sé si ha habido evolución en cuanto al abordaje de esos temas porque mis intereses son los mismos: «la enorme incomprensión entre niños y adultos», «la soledad de los niños», «su necesidad de ser escuchados», etc. Lo último que he escrito y aún no he terminado son libros en los que ronda la muerte: un pastorcito que muere en un accidente por salvar a sus perros, una niña que padece cáncer. Solo espero que sean conmovedores y que la vida y la memoria prevalezcan.
¿En qué se diferencia tu proceso creativo cuando escribes poesía y narrativa para niños?
La poesía viene como ritmo, como palabras que resuenan y se pierden, como si estuvieran jugando a las escondidas, entonces dejo lo que estoy haciendo y cojo lapicero y las anoto para tratar de atraparlas. En la narrativa suele aparecer una imagen o un personaje. Ese personaje quiere algo, se pregunta algo y mi tarea es encontrar lo que busca o tratar de responder a su pregunta. Este llamado no es tan urgente como con la poesía, puede esperar.
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¿Consejos para un escritor que se inicia en escritura para niños?
Primero que sepa que no es más fácil. Escribir para niños tiene su complejidad, requiere técnica y vocación artística. Yo imagino que es como tocar una misma melodía, pero con instrumentos distintos: una flauta o un piano pueden sonar maravillosas solo si sabes música.
Otra cosa es conocer a los niños, saber qué les interesa, qué los sorprende. No creo eso de ir al niño interior, pues siempre nuestra mirada será del adulto en el que nos convertimos, siempre puede uno recurrir a su propia infancia, a sus propias vivencias, pues a pesar de que ahora, por desgracia ya los niños no nacen con un pan bajo el brazo sino con una pantalla bajo los ojos, aun siguen siendo niños y temen y aman lo mismo que nosotros de niños: tienen miedo de perderse, les gusta lo desconocido, tienen miedo al abandono, les gustan los actos heroicos, sentirse héroes, etc.
¿Qué tan difícil fue traducir el libro de Akiko Yosano?
Fue un trabajo apasionado y endemoniado a la vez. Muchos meses de cotejar todas las versiones en todos los idiomas que puedo leer, revisar diccionarios, usar herramientas de traducción de IA, leer crítica, dejar ocio, familia, amigos, oficina y vivir apasionado con Pelo revuelto.