Los miles de colombianos que asistieron el miércoles por la noche al estadio Atanasio Girardot en Medellín para homenajear al Chapecoense pidieron con un sonoro y emotivo coro que el título de la Copa Sudamericana le sea entregado al conjunto de Chapecó.
“No los olvidaremos, esta Copa se va al cielo”, fue el canto de los asistentes como un tributo a los jugadores del conjunto que fallecieron en el accidente aéreo ocurrido cuando se dirigían a Medellín para jugar frente a Atlético Nacional la final del certamen continental.
Un magnetismo especial acompañó la ceremonia, avivada por los pétalos de flores lanzados desde dos helicópteros que fueron utilizados en el rescate de los cuerpos de las 71 víctimas que dejó la tragedia aérea.
“A todos nos duele esto. Hay que darle el campeonato a Chapecoense, ellos hicieron un gran esfuerzo para llegar a Medellín a jugar. Es una lástima que el destino nos los dejara”, expresó Nelson Jesús Arroyave, uno de los tantos espontáneos que se citaron en el estadio con un motivo distinto a ver rodar el balón.
Jamás el Atanasio mostró tanta unión. Ni en las mejores noches de Atlético Nacional se escuchó un coro más estremecedor bajar desde las tribunas para solidarizarse con el pueblo brasileño y con el ahora inmortal Chapecoense.
“Nunca habíamos visto a 45.000 personas gritando 'Chape, Chape, Chape' que es el grito de guerra de nuestra afición”, dijo alcalde de Chapecó, Luciano Buligon, a periodistas tras finalizar el acto que fundió a Brasil y Colombia en memoria de las 71 personas que perdieron la vida en el municipio de La Unión.
Buligon pudo sentir un abrazo para aliviar el dolor que le brindó Medellín, donde además recibió al “Niño Emanuelito”, una imagen de unos 30 centímetros del Niño Jesús al que le rezan creyentes en esta región de Colombia.
“Es un símbolo de esperanza, de amor y fe que le va a dar fortaleza a todo el pueblo de Chapecó y a las familias de las víctimas”, señaló María Cecilia Osorio, integrante de una comunidad religiosa.
Después de un minuto de silencio por lo que debió ser un pitazo inicial, celulares y velas dieron algo de luz en medio de tanta oscuridad. La mancha blanca que se solidarizó con las naciones involucradas en la tragedia se extendió hasta las afueras del estadio, donde también se vivió un acto genuino con los pequeños altares que levantaron con las fotos de los jugadores que ya no emocionarán más a los aficionados.
“Esto ha sido como una pesadilla, he llorado mucho. No vengo al estadio porque no me gustan las aglomeraciones, pero hoy era un tema de solidaridad con las víctimas y el fútbol”, manifestó Gloria Estela Vélez, que llegó al Atanasio con un ramo de flores y una camiseta que decía: “Chapecoense, campeón”.
Palomas, globos, flores, lágrimas, gratitud y dolor fueron los protagonistas de una sobria jornada que reemplazó de manera abrupta al espectáculo futbolístico.
Este acto también se convirtió en oportunidad para unir naciones y la familia del fútbol que llorará por mucho tiempo que la historia de Chapecoense se convirtiera en “un cuento de hadas con final de tragedia”, como lo describió el ministro brasileño de Relaciones Exteriores, José Serra, en un discurso que caló.
Al final, el “campeón, Chape, campeón” cerró una ceremonia en la que el propio técnico Reinaldo Rueda agradeció al fútbol brasileño por ser su inspiración y resaltó ese “jogo bonito” que mostró Chapecoense que le valió que Nacional prometiera emularlo como un eterno homenaje a esos jugadores que se quedó esperando para enfrentar
“El mayor honor que le podemos hacer a Chapecoense es seguir defendiendo los colores verde y blanco”, expresó el presidente de Nacional, Juan Carlos de la Cuesta, para ilustrar la hermandad que se creó con el equipo de Chapecó.
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