Pauchi Sasaki: "“No hay excusa para no hacer música”"
Pauchi Sasaki: "“No hay excusa para no hacer música”"

A los dos años aprendió a tocar la flauta, a los cuatro comenzó a practicar con el piano y a los cinco encontró el instrumento que cambió su vida por completo: el violín. Desde entonces, Pauchi Sasaki se ha dedicado a explorar en la música por todas sus dimensiones. Aunque su menuda figura no lo aparente, en el escenario esta virtuosa artista se convierte en una enorme intérprete con solo elevar el arco de su violín.

Has hecho estudios con diversos tipos de violín, ¿por qué te especializaste en este instrumento?

Porque es muy versátil. Lo escuchas en las películas de Alfred Hitchcock, y te da nervios. Pero también puede transmitir un sonido muy romántico. Tiene todas las personalidades que me encantan. Es muy humano. Lo que me apasionó del violín es su diversidad emocional, y quería descubrir cómo se expresaba en diferentes culturas.

¿Tu música tiene algo de influencia japonesa?

Empecé con el género clásico. De niña solía ver programas japoneses. Quizá por eso se puede sentir un “tufillo” oriental a mis interpretaciones. La mayoría son composiciones propias. Solo hay un tema electroacústico que pertenece a un amigo, Omar Lavalle.

¿En qué piensas cuando tocas?

No pienso. Trato de ser honesta y estar bien conmigo misma, de conectarme y no hacer las cosas porque sí. Intento tocar con una buena intención y llegar al público, que es lo importante. Toco para mí, pero soy consciente de que tengo muchas personas al frente, y debo darles toda mi energía.

¿Qué cosas pueden perturbar ese buen ánimo que tienes?

Bueno, también hago música muy violenta. Trato de abarcar todo lo que es natural para el ser humano. Asumir todas las facetas, aunque sí hay cosas muy específicas que me sacan de quicio. No me gusta cuando la gente es muy fresca, cuando veo que una persona no es consciente de la energía que da o que recibe.

¿Por qué decidiste irte por el campo de la improvisación?

De niña pasé mucho tiempo tocando sola e improvisaba para “engrosar” mi sonido. Creo en que uno tiene que cultivar su estilo propio. Mi manera de hacerlo era tocando e improvisando. Entonces, cuando llegó el momento de hacerlo frente al público, fue muy natural. No lo sentí diferente.

Has hecho improvisación con bolsas y hasta con agua, ¿en realidad se puede hacer música con cualquier objeto?

Es que no hay excusa para no hacer música. La consigna de la función que me mencionas era esa: con tal que uno se exprese, se puede lograr algo divertido y muy bueno. Para cosas más sofisticadas, sí he necesitado de conocimientos en programación y diseño de instrumentos.

¿Cómo ha sido la experiencia de hacer música para películas y cortometrajes?

Me encanta hacer música para el cine, creo que mi estilo es supervisual y narrativo. Además, mi perspectiva es muy sicológica. Se trata de entender las diferentes facetas de la siquis, y el cine habla de ese concepto, por eso me fascina. El año pasado tuve tres estrenos: Perro Guardián de Bacha Caravedo y Daniel Higashionna, NN de Héctor Gálvez y Climas de Enrica Pérez.

¿Qué tan difícil es preparar un concierto por ti misma?

En realidad es algo que me nace. Mi abuela organizaba conciertos. Siempre hemos tenido mucha cultura en casa y una buena formación, en el sentido de que somos bien organizadas. Mi hermana Nomi, que hace los videos, es también mi productora. Juntas somos un equipo.

¿Por qué tus presentaciones se llaman “Gama”?

Porque asocio el color con el sonido. Se trata de atravesar con la música toda la gama de colores para exigirme y explorar en diferentes estilos.

¿Hay algún músico al que consideres tu ídolo?

No tengo uno en específico, pero me encanta Bach. Nunca lo tocaría en público, pero cuando practico solo lo hago con su música porque me hace sentir muy bien. Me gusta también el estilo vernacular de Japón, la música india, judía y la electrónica. Elijo de todo un poco porque todos los sonidos me alimentan, es cuestión de balance y de saber qué porcentaje necesitas de cada cosa.

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