Los nuevos escritores en Arequipa, poco a poco van dándose a conocer y su trabajo es necesario también valorar, en especial cuando promueven que el ecosistema del libro se profesionalice para bien de todos y Alain Espinoza es parte de esa corriente.
¿Cuál es tu proceso creativo al escribir? Escribo desde el Alain más profundo, inexplorado, quizás sacudido por la vida, pero nunca derrotado. Escribo desde lo que me aprieta los órganos y no me deja respirar. Así nació mi novela, por ejemplo, desde una necesidad gigante de contar lo que había atravesado cuando era adolescente. El proceso fue tan doloroso como catártico. Recodar esos sucesos fue durísimo, cuántas lágrimas habré derramado mientras expulsaba lo que hasta ese momento no le había confesado a nadie... Y al mismo tiempo me redimió. Es la vida. Y si redondeo la idea, considero que esos son los métodos que he descubierto hasta ahora: vivir, atreverme a sentir, dejarme llevar, tal vez caerme, recuperarme, y luego sanar escribiendo.
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¿La ingeniería ha aportado en tu escritura? Cada aspecto de mi vida ha aportado en mis escritos. Por ejemplo, el cuento con el que gané los Juegos Florales relata la historia de un nadador, un Alain algo más joven, en un campeonato universitario. Una pequeña auto-ficción que recoge mi pasado deportivo. Ahora, la ingeniería me ha llevado a escribir más que nada artículos y ensayos, o sea narrativa de no ficción. He llegado a desarrollar un placer – claramente distinto – pero finalmente un placer, en las letras, tanto de novelas o cuentos, como libros o artículos. Considero que tienen muchos puntos tangenciales. Por ejemplo, en ambos casos uno quiere que el lector sienta, se cuestione, cambie, al menos un grado, su perspectiva de las cosas, del mundo, de la vida.
Estás culminando una maestría en Inglaterra, ¿beneficia salir del país a un escritor? Creo que, independientemente de la localización, el beneficio surge cuando uno se atreve a salir de su zona cómoda o rutinaria. Creo que de ese movimiento pueden surgir nuevas fuerzas, o tal vez lo dijo Newton (F = m*a). No lo sé. Pero lo que es certero es que el éxito está en el dinamismo. En el caso de la maestría, me ha permitido conocer, además de lo académico, una interculturalidad inmensa. He crecido como profesional, pero también como ser humano. Desde mi sensibilidad, cada día me vuelvo más empático. Y sí, definitivamente, todo aquello es beneficioso, pero no solo por ser escritor, pero por el hecho de ser un ciudadano del mundo.
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Estás iniciando una faceta como docente universitario, ¿Cómo es la experiencia? Sumamente agitada, grata y esperanzadora. Considerando que llevo proyectos académicos, investigativos y literarios a la par, muchas veces es complejo ordenar mis tiempos; pero creo que siempre ha sido parte de mí involucrarme en múltiples actividades. Todo eso me tiene contento porque desde cada espacio, como en las aulas, puedo transmitir un poco del conocimiento que buenamente – y con mucho esfuerzo – he ganado hasta hoy. Surge entonces una esperanza, tal vez recóndita, en percibir que muchos estudiantes, así como yo, tienen el deseo de cambiar para bien la sociedad, ese status quo lleno de desigualdades, injusticias, prejuicios y vacíos humanos.
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¿Tienes proyectos literarios a futuro? Sí. Principalmente literatura de no ficción. Hace poco he presentado un artículo científico a una revista indexada inglesa, la cual tiene un factor de impacto importante. El artículo se deriva de una investigación que concluí junto a quien fue mi profesor de maestría en la Universidad de Bristol, el Dr. Julian Booker, gran académico y ser humano. Además, tengo otros dos artículos y un libro, a punto de finalizar. Espero que sea pronto, y así continuar aportando, desde mis publicaciones, al conocimiento, a la sociedad, y la vida.