Coronavirus en Arequipa: Conozca el proceso del recojo de cadáveres y la labor de quienes hacen este trabajo
Coronavirus en Arequipa: Conozca el proceso del recojo de cadáveres y la labor de quienes hacen este trabajo

Arequipa continúa en cuarentena desde que el Gobierno extendió el aislamiento social debido a la ola de contagios que la Ciudad Blanca alcanzó en junio. No llegamos ni a la mitad de julio y la situación ha recrudecido considerablemente en todos los puntos de la región, donde la  se ha extendido de forma implacable.

Hoy en día, el trabajo de los equipos humanitarios de recojo de cadáveres es una de las tareas más importantes dentro de este escenario de incertidumbre.

Correo acompañó a uno de estos equipos durante una noche de decesos, denominados coloquialmente “eventos” por los especialistas, para ver de cerca el proceso que atraviesan las personas sucumbidas, o con sospecha de haberlo hecho, por esta enfermedad.

ADELANTE

El tambeño Juan Chura está en la primera fila de acción cuando el equipo se apersona al domicilio de un difunto.

Es el primero en entrar a la vivienda y el último en subir a los camiones de la Gerencia Regional de Salud (Geresa) destinados para esta tarea.

Desde que la pandemia empezó a generar estragos en Arequipa, ha tratado con alrededor de 100 cuerpos.

Chura se encarga de la desinfección del cadáver y de su entorno con una solución conocida como amonio cuaternario, realiza la misma labor con cada miembro del escuadrón que se involucra en la escena.

Explica que la familia afectada primero da el aviso a la comisaría de su zona y esta al equipo humanitario, cuya base se encuentra en Héroes del Cenepa en Alto Selva Alegre.

Un técnico de desinfección, un médico que certifica defunciones y dos operarios que levantan los cadáveres, sin contar los choferes, conforman cada uno de los tres grupos destinados para esta tarea. Los horarios son de 12 a 12 horas, y varían de acuerdo a la demanda que reciben cada día.

“A veces tenemos noches en las que no pasa nada”, cuenta Chura, “pero siempre estamos cumpliendo el turno en la base, a la espera de que nos llamen”.

Al ingresar al lecho del difunto de turno, armado debidamente con su equipo de protección personal, Chura se asegura de rociar bien la boca y la nariz del fenecido con el amonio cuaternario, valiéndose de una bomba manual que lleva en la espalda. Luego dispara una capa de la misma solución en todo el cuerpo visible para su posterior chequeo.

Chura ha trabajo previamente como técnico de enfermería para la Clínica San Pablo y el Seguro Social, por lo que tratar con muertos no es nuevo para él.

Aunque en una oportunidad, recuerda, mientras realizaban una diligencia en Emergencias del hospital Honorio Delgado, presenció la muerte de tres positivos en los pasillos del nosocomio en un rango de veinte minutos. Los gritos desgarradores de los familiares se le quedaron grabados en la memoria. Para él eso es lo que más le cuesta asimilar en esta temporada negra que atraviesa la Ciudad Blanca: Las pérdidas repentinas.

AL MEDIO

César Chara es el médico a cargo del equipo nocturno. Diez minutos después de la desinfección inicial, se alista para entrar a revisar el cuerpo. Se coloca un overol blanco de un solo uso que sella con cinta adhesiva por las muñecas y los tobillos. Luego se encaja dos pares de guantes y protege su rostro con la mascarilla reglamentaria, las gafas de trabajo y una careta extra.

Chara tiene contacto directo con el cadáver y se encarga de firmar el certificado de defunción que trazará el destino final del cuerpo. No todos fallecen a causa del nuevo coronavirus, pero los protocolos estipulan que cada persona perecida en estos tiempos de crisis debe pasar por el proceso de desinfección y chequeo de la Geresa antes de dejar la escena.

“Debemos asegurarnos de que no hubo una muerta violenta, un crimen o algo parecido”, manifiesta el doctor. “Me encargo de revisar el cuello, las muñecas, la cabeza… Es un procedimiento necesario, pero rápido. Me expongo, pero si se siguen las indicaciones al pie de la letra, no hay porqué temer”.

La mayoría de fallecidos atendidos por este escuadrón son adultos mayores que no se infectaron al exponerse durante el confinamiento, sino por entrar en contacto con familiares que contrajeron la enfermedad en las calles y la llevaron a casa.

Es común que en un hogar con un muerto por COVID-19, toda la familia arroje positivo. Al menos que haya un diagnóstico previo que demuestre que el paciente padecía otro tipo de mal, el difunto será tratado como sospechoso y quedará certificado en el acta de defunción.

Es aquí cuando el último paso de la diligencia, el traslado, sufre un pequeño contratiempo debido a que el escuadrón humanitario no siempre se encarga de retirar el cadáver para dejarlo en Patología del hospital Honorio Delgado o Goyeneche.

AL FINAL

Jaime Mendoza y Jesús Molina son los pesos pesados del equipo y entran para cerrar la operación. Llegan en una segunda miniván, diferente a la que traslada al doctor y al técnico de desinfección, con espacio suficiente en la parte trasera para depositar los cadáveres. Al igual que sus compañeros, ingresan fuertemente protegidos por la indumentaria de bioseguridad, pero esta vez con el propósito de meter cuerpo en una bolsa fúnebre diseñada especialmente para que ningún fluido se escape.

Una vez que el difundo es embolsado y se dispone a cerrar la cremallera, la familia sabe que no hay marcha atrás. Es la última vez que verán a ese ser querido, porque está prohibido abrir la bolsa cuando ya ha sido cerrada.

El siguiente paso es rotular adecuadamente el empaque con el nombre y la dirección del fenecido. Debe hacerse con cuidado, porque hubo confusiones con anterioridad. Se reportaron bolsas fúnebres que iban de un lado a otro con los nombres equivocados. Una pesadilla para los familiares.

Actualmente, el SIS cubre el sepelio por muerte por el nuevo coronavirus con funerarias autorizadas a partir de un monto limitado, de modo que no hay exigencias sobre el diseño del cajón o el lugar donde serán inhumados. Para ello las familias deben enviar el certificado de defunción a la microred de salud de su distrito y, sea o no COVID-19, esperar la respuesta que viabilizará el traslado. El Gobierno corre con los gastos de familias en condición de pobreza o pobreza extrema, designando fosas comunes distritales para estos casos.

Hay funerarias que no están adscriptas a una microred de salud, pero que toman el nombre de la institución para operar de forma indebida, alegando que tiene todos los permisos y que respetan los protocolos para levantar los cadáveres. En estos casos, los familiares incluso pueden ser estafados con dinero que no recuperarán, y viven el susto de perder un cuerpo que no deberían entregar sin aprobación de la Geresa.

Es por ello que el equipo humanitario pide más control al momento de hacer tratos con terceros, ya que son conscientes de que hay familias que cuentan con el dinero suficiente para hacerse cargo de los gastos. Pero al final siempre será EsSalud la que envíe una funeraria, en caso de que se descarté la miniván de recojo.

Entre los 10 y 12 eventos que el escuadrón atiende en sus dos turnos a diario, apenas 1 o 2 acaban en el crematorio del distrito de Hunter. Hoy la opción más popular para despedirse de un ser querido es el entierro y parece que seguirá así mientras el equipo no vea saturado su itinerario. Arequipa atraviesa la peor cara de la pandemia en este tiempo de cuarentena extendida.

Parece lección de jardín de niños, pero las recomendaciones dadas al principio de la crisis son nuestras mejores armas, por el momento, para prevenir los contagios: lavarse las manos correctamente, mantener la distancia y protegernos los ojos y la boca.

El futuro parece incierto puesto que, a pesar de que el confinamiento se extendió hasta el 31 de julio, las calles y pistas se ven saturadas como cualquier otro día. La situación podría dar un vuelco bruto, para bien o para mal, cuando la cuarentena se levante oficialmente. Solo el tiempo dirá si las acciones de nuestros gobernantes y de las autoridades de salud nos están llevando a buen puerto, o todo lo contrario.

DATOS:

° 119 días de estado de emergencia se cumplen a nivel nacional por el nuevo coronavirus.

° 22,121 casos confirmados en Arequipa.

° 9,845 personas vencieron el virus.

° 490 fallecidos en la región.