A inicios de marzo de 2020, la pandemia mundial era un asunto lejano al Perú, propio de Europa o la remota China. Pero aquel sábado, 6 de marzo, nuestro modo de vida comenzó a cambiar vertiginosamente, de una forma inimaginable: el virus SARS-CoV- 2 había llegado a Lima.
La hora elegida para un mensaje a la nación, 7:00 a.m., era inusual, también extraña. El rostro sombrío del presidente Martín Vizcarra no era alentador.
“Hoy debo informar que en horas de la madrugada se ha confirmado el primer caso de infección por el coronavirus (COVID-19) en nuestro país, en un paciente varón, de 25 años de edad, con antecedentes de haber estado en España, Francia y República Checa”, anunció.
Así comenzó la tragedia que a la fecha le ha costado la vida a 49 mil personas, en cifras oficiales. Tal vez más de cien mil según registros independientes. Sin olvidar el medio millón de “heridos”, es decir, los pacientes que superaron la enfermedad, pero aún luchan contra las graves secuelas.
Luego del anuncio, en los sectores medios de la capital, la gente atestó los centros comerciales y agotó los stock de alimentos y productos desinfectantes. Compraban grandes cantidades de papel higiénico. Rumores europeos cuchicheaban cuadros digestivos. Esto resultó equívoco, a excepción de muy pocos casos.
Un duro golpe a la economía
En enero y febrero del 2020, la economía crecía, pero, al conocerse el primer caso de COVID en el Perú, se aplicó una severa cuarentena a más del 60% de la actividad económica. Diego Macera, gerente general del Instituto Peruano de Economía (IPE), indicó que no se esperaba que la pandemia dure tanto y sea dañina. “Se pensó que la economía crecería en el 2020”, agregó.
Dijo que Perú tomó medidas extremas, en las primeras semanas, mientras en otros países el reinicio de actividades (minería y construcción) fue rápido, con protocolos de bioseguridad.
“Hubo celo burocrático para abrir actividades; también interferencias y abusos de las municipalidades; demoras en los programas de préstamos (Reactiva), duplicación de funciones entre ministerios e instancias públicas, protocolos poco claros sobre las decisiones en torno a la cuarentena”, precisó. “Así, cayó el PBI, en el segundo trimestre, el nivel más grande del mundo. En la segunda mitad del año, se corrigieron errores y la economía empezó a salir del coma inducido. La recuperación fue sorprendente y a finales del 2020 estábamos mejor que algunos de nuestros vecinos”.
Marcel Ramírez, economista de la Escuela de Gestión Pública de la Universidad del Pacífico, dijo que la pandemia puso a prueba la capacidad de reacción del Estado y “confirmó que tener dinero no es sinónimo de tener capacidad para resolver las urgencias de una crisis, tal como se observó en el Fenómeno del Niño Costero y el terremoto de Pisco”.
Agregó que la pandemia deja claro que el próximo gobierno debe establecer, como una prioridad, una reforma que asegure mejoras rápidas y sostenibles de la calidad de la gestión pública.
Flexibilidad para los contribuyentes
Francisco Pantigoso, catedrático de la Universidad del Pacífico, reconoció que durante la primera ola de la pandemia se dieron medidas tributarias para apoyar al contribuyente y pueda tener liquidez, como las prórrogas de vencimientos, suspensiones de pagos, aplazamientos y/o fraccionamientos, etc.
Pero, considera que el apoyo de la primera ola es insuficiente porque el problema económico se mantiene y el gobierno actual sigue priorizando la recaudación frente a la capacidad de pago del contribuyente, con el riesgo de llevar a la quiebra a más empresas.
“Aún no se puede vislumbrar el final de esta pandemia, y el subsecuente desmejoramiento de la caja fiscal, pero si no seguimos apoyando a las empresas, los plazos de vencimientos de sus obligaciones de pagos llegarán –incluyendo los ‘Reactivas’-, y se tendrán empresas que no podrán honrar sus deudas, con el riesgo de desaparecer; generando más pérdidas de empleos y/o deudas que serán incobrables”, precisó.
Estragos en la Ciudad Blanca
Esta región no fue ajena a esa realidad y una de las imágenes que quedará impregnada en el recuerdo de la población fue la visita del expresidente de la República, Martín Vizcarra el 19 de julio del año pasado.
Ese día el primer mandatario acudió al hospital Honorio Delgado Espinoza para ver las condiciones en que laboraba el personal de salud, pero fue recibido abruptamente, pues médicos y enfermeras le reclamaban que el Gobierno nacional se haga cargo de la administración del sector ante el olvido del Gobierno Regional de Arequipa.
Debido al tumulto, Vizcarra optó por retirarse con su comitiva pese a que familiares pedían que acuda a ver las carpas donde estaban abandonados los pacientes. A su retiro Celia Capira entre lágrimas y gritos corrió detrás del presidente para pedir ayuda a Vizcarra, su súplica se viralizó a nivel nacional y mostró la parte más dura de la situación que afrontó la región el año pasado durante la pandemia.
Arequipa durante este año reportó colapsos en su sistema de salud donde los fallecidos serán más de 20 durante muchos días.