Del cine a los ceviches
Del cine a los ceviches

El día en que nació Juan Luis Alvis Benítez, llovía. A 3215 metros sobre el nivel del mar el frío arrecia y la lluvia cae a cántaros. La escena era una película, una mujer gritaba injurias al cielo en pleno parto y afuera el mundo parecía estar en pleno Apocalipsis. Una hora después, vio la luz. Haber nacido en Pampachacra un pueblito de Viraco, en Castilla fue un capricho de su progenitora, María Benítez.

promesa. “Mi primer hijo tiene que nacer en mi tierra”, le dijo a su esposo y esto se cumplió el 10 de febrero de 1961, al día siguiente regresó a Arequipa. San camilo era por esos días un lugar donde todo sucedía, donde todos hablaban y contaban historias. Picanteras y verduleras dejaban las calles para ser reubicadas en una casa vieja de metal en el centro histórico. “de alguna manera llegué a los cines, mi madre preparaba ceviche en el mercado y yo proyectaba películas “calientes”, dice Luis.

Una tarde mientras buscaba trabajo fue contratado como proyector de películas. “Estuve en el Fénix, Portal, Municipal, Ateneo”. Así pasó su juventud, estudió en el Instituto Experimental N°13 la primaria y la secundaria en el colegio Honorio Delgado, al culminar sus estudios se sumergió en el cine, hasta que un día encontró el amor.

“Me enamoré, estuve con ella seis años, la madre de esa chica me dijo que era un don nadie, un obrero, para cambiar esa imagen me puse a estudiar”. Se inscribió en un curso extraño, “Análisis de sistemas”. Pese a su esfuerzo y después de mucho esperarlo, la chica lo dejó a presión de su madre.

“Se fue, algo así como la temporada de los cines”, era 1998. En el 2005 se quedó sin trabajo. “Quise ser taxista, ya estaba decidido, mi hermano me iba a prestar 1000 soles y se me ocurrió vender ceviche”. La calle Puente Bolognesi N° 350 fue el punto de inicio, dos mesas y 6 sillas en un angosto lugar.

“Compré 13 kilos de pejerrey”. Difícil de destripar y de sacar las espinas, emprendió el antiguo negocio de su madre en un lugar donde todos vendían guitarras y chaquetas de cuero. Le puso a su negocio “El Villano”, vendía mucho y de a pocos con ese saborcito extraño a precio popular ganaba fama. Un familiar le dijo: “Juan tú eres bueno ¿por qué te has puesto el villano?”.

“Jugaba fútbol y en la cancha me decían “El tigre”, había ya un negocio parecido, así que decidí llamarlo El tigrillo”. Reabrió el negocio esta vez en el N°338 de la misma arteria y fue un éxito. El hombre lleva nueve años entre limones y pescado, su bigote y su forma humilde y bondadosa de servir es única. “Cocino para la gente, para servir no para servirme de ellos, si así fuera no tendría esta cevichería”. El amor lo atrapó mientras tomaba leche de tigre, se casó con Teresa Luque y producto de ese amor nació un niño, “El tigrillito”, como él le dice su adoración y su alegría. “Uyyy es mi vida, me levanto y trabajo para él y mi esposa”.

El sueño de este hombre es tener a su cargo un negocio más, una cevichería más ficha, más charlie donde se coma otro tipo de pescado, donde los precios sean un poco más altos pero con la misma atención, donde la gente regrese y le diga como siempre: “Tigrillo tu ceviche es el mejor , en el Tigrillo siempre se come rico”.

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