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A las 12 del día, las pequeñas campanas que se ubican al costado de la puerta principal, en lo alto, invitan con su canto al recogimiento. Para los que están ahí es la señal de dejar todo como está para dirigirse al hacedor del mundo en un acto colectivo singular. La entrada de la capilla al interior del Palacio Arzobispal en la calle San Francisco, se llena entonces de medio centenar de trabajadores que hacen un alto en la tarea diaria para rezar el Ángelus, la oración que recuerda la anunciación de María.

No es un día especial, es más bien parte de lo cotidiano y, según nos cuentan, tradición desde 1936 en que se inauguró la casa arzobispal. Este año el objetivo es uno, pedir por la paz en el mundo y la región.

El principio. Comenzó a edificarse en 1920, el día de la Inmaculada (08 de diciembre) y se inauguró 16 años más tarde cuando aún era obispo Mariano Holguín y, pese a que en inicio fue construida para residencia del obispo, es ahora la sede de las oficinas de la Arquidiócesis, 26 ambientes repartidos en dos pisos donde el trabajo es constante.

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El historiador Alvaro Espinoza de la Borda nos contó que la Diócesis de Arequipa se constituyó en 1609 y se efectiviza en 1613 con la llegada del obispo en Arequipa, el primero, Fray Pedro de Pereda, quien dispuso la construcción de la Catedral y el establecimiento del Seminario San Jerónimo, en 1619, institución que comenzó a funcionar en un solar donado por el canónigo Miguel Garcés, continuo a lo que es hoy el Palacio Arzobispal.

La historia registra que los obispos no tuvieron donde vivir hasta que a mediados del siglo XVIII se construyó el Palacio San Juan Nepomuseno del Buen Retiro, en la calle Orrantia, pero no fue la única sede. También usaron casas en San Agustín, en La Merced y el Palacio, en Sachaca, entre otras. El terremoto de 1868 dañó al local del seminario y este se trasladó a la casa de El Buen Retiro, donde se quedó hasta mediados del siglo XX.

Fue Fray Mariano Holguín quien ordenó la edificación de la casa arzobispal en un terreno que al parecer fue parte del seminario, utilizado más bien para habitaciones que eran alquiladas para el sostenimiento del Seminario. Recibieron para eso una subvención del presidente Augusto B. Leguía y aunque los planos y diseño original estuvieron a cargo del arquitecto Gerardo Cornejo Irriarte, lo que se logró fue más bien un estilo único.

Mezclas. Se planeó como un edificio de corte “historicista”, que retomó los estilos antiguos góticos, aunque no exactamente así. “Es en realidad neogótico como se observa en la primera planta y siguiendo los modelos de otros edificios, como el hospital Goyeneche, la iglesia de Señor de la Caña... pero por falta de dinero se paralizó la obra”, narra Espinoza de la Borda. En 1928 se retomaron los trabajos con el auspicio de La Foundation Company, empresa de saneamiento local que impuso su estilo en la edificación del segundo piso. De corte afrancesado esta parte del local es cambiado nuevamente un año después cuando volvió el apoyo del gobierno.

Prima el sillar rosado, como en pocas edificaciones en el Centro Histórico. Mantiene hasta hoy la originalidad del piso y lo neogótico se puede observar en las formas ovales del primer piso y la capilla, aunque con un toque “ecléctico”, pues el retablo interior mantiene formas barrocas bellamente talladas en la madera. El lugar, a pesar de estar en medio de la ciudad, se aparta del bullicio e invita a los trabajadores y visitantes a la reflexión y admiración.

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