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Maestras y ángeles de la guarda. Hace 15 años, Antuanet Velarde (AV) y Rosa Santillana (RS) renunciaron a un vida ordinaria para convertirse en las “mamás” de los niños internados en la Clínica San Juan de Dios de Arequipa.

El último martes, cuando las visitamos en el Aula Hospitalaria de la Fundación Telefónica, las encontramos impartiendo clases a un peculiar grupo de niños convalecientes pero entusiastas. Estaban aprendiendo sobre el planeta Kepler, primo de la tierra, descubierto por la NASA.

A diferencia de otros docentes, Antuanet y Rosa no solo comparten sus conocimientos con los alumnos, sino también sus penas, temores y dolencias. Aún así, deben mostrarse fuertes, aunque se les arrugue el corazón y rompan en llanto al final del día.

¿Cómo descubrieron su vocación docente?

AV: Vengo de una familia de docentes. Mis padres eran profesores y me inculcaron el amor por esta carrera. Desde niña jugaba a la escuelita y enseñaba a mis muñecas.

RS: Yo decidí formarme como maestra luego de ver que los niños de las zonas rurales necesitaban acceso a la educación. Mi ambición era estudiar Educación Especial o trabajar en zonas alejadas. Pero finalmente estoy aquí.

¿Cómo llegaron al Aula Hospitalaria?

AV: Aún estudiaba en el Instituto Jean Piaget cuando Fundación Telefónica fue a visitarnos y nos invitó a hacer prácticas. Me interesó y empecé aquí desde el 2000.

RS: En mi caso, me presenté a una convocatoria. No había podido estudiar Educación Especial pero sí Educación Regular. Tomé esta oportunidad y agarré la plaza el 2003.

Una escuela dentro de un hospital es completamente diferente ¿Qué fue lo más difícil que encontraron como maestras?

AV: Lo más difícil fue ver el dolor de los niños todos los días. Me sentí afectada emocionalmente, frustrada por no poder ayudarlos. Los primeros días, al final de las clases, llegaba a casa y me ponía a llorar. Necesité ayuda psicológica.

RS: Para mi, lo más terrible fue ver la muerte y el abandono. Todos los profesores estamos preparados para enseñar y ayudar a los niños en sus problemas, pero no problemas de salud. Entonces necesitas ser más creativo, controlar sus emociones, las emociones de sus padres y las de uno mismo. No es fácil.

Cuéntenos su experiencia más bonita.

AV: El recuerdo más dulce que tengo es el de Luisa Chipa, una niña de 6 años que llegó por una luxación de cadera. Ella no sabía leer ni escribir. Era quechuahablante. Me puse el reto de enseñarle y lo logró. Hace poco vino a visitarme y ya se había graduado del colegio. Ahora mi reto es ayudarla a ingresar a la universidad y ser profesional.

RS: Lo más bonito que me pasó fue conocer a Luis Alberto. Tenía 2 añitos cuando llegó al hospital por una malformación en el pie (Pie Bot). Sus padres lo acompañaron una semana pero luego lo abandonaron. Era un niño muy dulce y me tenía mucho cariño. Cada vez que lo veía me llenaba el corazón. Quise adoptarlo pero el proceso era engorroso. Finalmente, las asistentes sociales ubicaron a los padres y casi por la fuerza los obligaron a hacerse cargo. No sé nada de él.

¿Y lo más triste?

AV: El caso de Luis Ángel, de 3 años. Era el niño más entusiasta que he conocido. Su alegría era contagiante. Llegaba a las clases emocionado por aprender. Lo dejé solo un fin de semana y cuando regresé había muerto.

RS: Yo recuerdo a Edgar, un adolescente respetuoso y una persona muy linda. Un día no vino a clases y fui a buscarlo a su cuarto, pero no quería hablar conmigo, solo descubrió la sábana y me mostró que le habían amputado una pierna. No supe cómo reaccionar.

¿Cómo han aprendido a manejar estas situaciones?

RS: Con ayuda psicológica. Hemos aprendido que hay cosas que no podemos solucionar, y que a veces la compañía es lo único que necesitan los pacientes.

¿Necesitan apoyo del Gobierno?

AV: Sí. Aquí educamos a 38 niños al mes, aproximádamente, para que no se retrasen en sus clases, pero las escuelas y colegios no les permiten convalidar sus conocimientos, y algunos niños internados pierden el año. Esto se debe a que el gobierno peruano no reconoce nuestro trabajo como educación regular. Lo irónico que es que el proyecto de Aulas Hospitalarias empezó en Perú, y luego se replicó en España, México, y otros países, donde las clases sí tienen valor ante el Ministerio de Educación. Eso no pasa en el Perú, pese a que los niños tienen derecho a la educación, ya sea dentro de una escuela o dentro del hospital.

¿Algún consejo para las personas?

AV: La vida es un reto día tras día. Por eso hay que disfrutarla, vivirla con alegría, valorando siempre a las personas que tenemos a nuestro alrededor.

RS: Aprovechen el día a día, porque sus vidas pueden cambiar de un momento a otro. Una enfermedad no los limita, aprendan a salir adelante.