Con suturas en la cabeza y la cara hinchada, el Sub oficial de tercera PNP Víctor Gordillo Villaruel contó -en exclusiva para Correo- cómo sobrevivió el pasado miércoles a los ataques de una turba que, literalmente, casi lo mata. “Nos quisieron ajusticiar, escuchaba llévenlos a la pampa, entonces desperté”, expresó sentado en una de las camas del área de recuperación del hospital de Essalud, ubicado en la calle Peral de la ciudad de Arequipa.
“Estábamos cuatro policías, yo estaba al lado del loquito Vásquez, de repente un grupo nos rodeó y nos redujo, me quitaron el casco, la bara, el cinturón y luego comenzaron a golpearme y patearme... me cubrí el rostro, entonces sentí que una piedra chocaba contra mi cabeza, perdí el conocimiento”, narró Gordillo. El agente laboraba como tránsito en Cusco hasta que una semana atrás le comunicaron: “se encuentra destacado a Cocachacra, viaja con equipo”. Pese a ser uno de los más antiguos, fue enviado con un contingente, entre ellos Alberto Vásquez Durand y Marco Castro Pancorbo.
“Cuando abrí los ojos, me estaban arrastrando hacia un lugar llamado La Pampa, gritaban: hay que ajusticiarlos en La Pampa, sangre con sangre se paga”, agrega que “Cuando escuché eso, decidí levantar la mirada y observé que mis compañeros, los que estaban al lado mío, se encontraban tendidos en el piso, como dormidos, vi que uno de los hombres que estaban en la turba lanzó un palo que llevaba en la mano a un costado y levantó una piedra, la dejó caer sobre un colega del que no vi su rostro. A mi me estaban cargando entre dos, escuchaba; a la Pampa, a la Pampa. Pero los dos que me llevaban me volvieron a tender en el suelo y me bolsiquearon, yo tenía 750 soles que había sacado de mi pago, dinero que iba a enviar a mi familia”. Según Gordillo, los revoltosos no solo los golpearon también se apoderaron de sus pertenencias personales.
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Ayer, este policía fue llevado a la sala de recuperación, su situación es estable; sin embargo, aún siente fuertes dolores en la cabeza y mareos que le impiden ponerse de pie. El hombre se salvó de puro milagro, como él dice, pues seguía recibiendo pedradas hasta que escuchó que unas mujeres increpaban a los hombres que con palos y fierros decidieron dejar en paz al agente.