No son ni las 10 de la mañana y la fila de comensales ya se deja ver frente a la iglesia de las Siervas de María en la avenida Ejército.
El panorama es el mismo los lunes, miércoles y viernes, que es cuando las religiosas del lugar distribuyen no menos de 80 raciones de almuerzo entre los que lo necesitan. Comenzaron con 6 hace tres años, pero el número fue creciendo casi sin darse cuenta, porque ni las mismas monjas saben cómo es que consiguen lo necesario para “parar la olla” cada semana.
La Congregación Siervas de María Ministras de los Enfermos nació hace 167 años en España, su carisma es el servicio a los que lo necesitan, sin esperar nada a cambio. En un momento, el grupo de congregadas en la ciudad llegó a ser de 18, hoy son 6, pero pronto quedarán solo dos. Unas tuvieron que dedicarse a cuidar a sus parientes delicados, otra se irá a Lima. Aún así, el entusiasmo no decae.
La madre Fabiola Apoloya es la directora del lugar y junto a su hermana asistente, Enma Pasantes, se encargaron hasta ayer de todas las tareas. Ahora, sor Fabiola quedará sola, junto a otra religiosa, en la casa que hace más de 50 años les donara su benefactora, doña Elena Costas, y que está ubicada en la primera cuadra de la avenida Ejército en Arequipa.
La antigua estructura las albergó primero en el sótano, pero a la muerte de Elena, pudieron ocupar todo el recinto, incluida la iglesia que está junto a la residencia y donde la meditación y el rezo es constante. Ahora lo hacen con miedo.
PELIGRODesde el 2001, cuando el terremoto dañó la cúpula, la tranquilidad de las religiosas terminó. Arreglar la estructura les significaba el desembolso de 36 mil soles. Para quienes viven sin un ingreso seguro y solo dependiendo de la caridad, la cifra es impensable.
Un plástico azul ya deteriorado por el sol y el viento cubre aún parte del techo sobre el altar, pero no ha evitado las filtraciones de las últimas lluvias, que ahora se repiten en otras partes del edificio.
Justo hace un par de días, Defensa Civil les hizo ver que el tejado se puede caer en cualquier momento, la humedad lo ha dañado severamente y los efectos son visibles.
Con ayuda del ingeniero José Antonio Pacheco podrán arreglar la bóveda con un sistema de relleno, Lo que les dará seguridad por algunos años. Esta refacción cuesta 14 mil soles, así que las religiosas y con ayuda de benefactoras, como Úrsula Gómez de la Torre y otras damas, emprendieron una cruzada para conseguir el apoyo de la comunidad, en especial de aquellos que son vecinos de las monjas en la avenida Ejército, donde los negocios abundan.
Sor Enma explica que el templo está abierto todos los días desde las 6:15 y los domingos a las 10 y 11:30, cuando hay misa.
“Recibimos a muchas personas en el templo, estamos pensando en ellos también”, señala la religiosa.
NECESIDADESLa vida dentro de la casa de las hermanas transcurre en el servicio y oración cada día. Despiertan a las 4:45 y las 5:30 ya están en la capilla, donde se juntan con las que por la noche salieron para cuidad a algún enfermo (sin ningún pago en retribución, esa es su misión). Una hora después comienza la misa. Sigue a eso el desayuno, la oración, media hora de lectura espiritual y a las 9:30 el inicio de las labores asignadas a cada una. Después del almuerzo, que es a las 13:30, descansan y por la noche salen a cuidar a los enfermos.
El almuerzo para los ancianos se sirve tres veces por semana desde las 10:30. Los comensales llegan mucho antes y aguardan al momento en que se abra la puerta para recoger los envases donde les servirán el menú. El viernes fue caldo y un locro de zapallo que pudieron hacer con las donaciones de algunos vecinos y lo que recogieron de la huerta que sembraron las profesas con ayuda de algunos de los ancianos que son atendidos en la casa. Es la prueba clara del poder de la providencia.
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Esa misma ayuda que les permite pagar los 400 soles de luz que les cobra la Seal cada mes y los 80 (en promedio) para el agua. Pero hubo veces en que no pudieron hacerlo y les cortaron los servicios. No saben por qué les cobran tarifa comercial, ni por qué no pueden tener Seguro Integral de Salud (SIS), solo porque viven “en zona residencial”, sin tomar en cuenta sus circunstancias.
Aún así, lo que nunca se pierde es la alegría. Sor Fabiola, la directora, lo demuestra con la amplia sonrisa con la que nos recibió en el lugar, presurosa para terminar las labores en la cocina y segura que en breve, la ayuda que requieren llegará.
Cocina. Una cocinera, su asistente, la madre directora y una voluntaria se encargan de los almuerzos.
Ayuda. Las monjas venden también coronas de caridad para poder solventar los gastos del mes.