La cura está en sus manos
La cura está en sus manos

A los 19 años Lourdes Cueva López pensó que la vida había acabado para ella. El bus en el que viajaba chocó y volcó. Se golpeó la cabeza, estuvo muy grave y a los tres meses perdió la vista. Lo difícil vino después, tenía que asimilar su condición de invidente.

Recuerda que cuando tenía que cruzar un paradero no se atrevía a pedir que la auxilien, prefería esperar horas y horas parada hasta que alguien se ofrecía a ayudarla.

Poco a poco y con ayuda de su familia empezó a cambiar.

A los 27 años concurrió a la escuela Polivalente, donde le enseñaron a caminar usando un bastón, al principio tenía vergüenza y temor, pero sus profesoras la estimularon a continuar.

NUEVO RUMBO. Lourdes superó muchas barreras. Y hace 9 años decidió estudiar masoterapia y osteopatía. Con este oficio su vida tomó un rumbo emprendedor. Descubrió que sus manos eran mágicas para curar el dolor de las articulaciones.

Ofrecía terapia a domicilio y cuando buscaba las viviendas de sus clientes en zonas peligrosas, a veces sufría caídas o los choferes de las combis le hacían pasar de paradero. Un día conoció a una mujer que sufría de parálisis en las cuerdas bucales y luego de curarla con su terapia le ofreció un local, por el centro de Huancayo, donde trabajó por dos años. Luego se tuvo que retirar y abrió un local en Santiago Norero frente al Banco de la Nación.

Todos los días Lourdes sale muy temprano de casa rumbo a su centro de labores. Ella no puede ver, pero sus manos se han convertido en sus ojos y ayudada por su bastón se desplaza por la calle sin problemas.

Al llegar a su local, siente que éste ha quedado chico para la cantidad de personas que la buscan. Atiende a funcionarios del Poder Judicial, servidores de bancos y cooperativas y hasta gente del campo que llega con sus dolores de espalda, lumbalgia y otros problemas de salud.

“Con la gracia de Dios siempre hay trabajo, una persona con discapacidad puede emprender un negocio, generar tu fuente de ingresos, yo me siento útil para la sociedad. Al principio tenía temor y poco a poco me fui adecuando”, comenta indicando que el trabajo le valió para educar a su hijo de 22 años y sentirse útil en la vida.

NO LA ENGAÑAN. Sus clientes son conscientes con su discapacidad y no la engañan cuando cobra por la terapia. Lourdes trabaja sola en su local de El Tambo y por las tardes su esposo que también es invidente concurre a ayudarla.

Su trabajo es admirable. Con solo extender sus manos y deslizándolas por la espalda del paciente, halla la zona de mayor contractura muscular y empiezan los masajes relajantes en el cuello y en los hombros. Lourdes estudió 3 años, pero ya tienen una experiencia de 9 años en la masoterapia. Ella también motivó a su esposo Sergio Avellanera Sedano a estudiar y vencer el temor a la discapacidad.

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