Joven que estudia gracias a Beca 18 impulsa proyecto para usar el entretenimiento como estrategia de aprendizaje y consolidación de la identidad cultural.
Joven que estudia gracias a Beca 18 impulsa proyecto para usar el entretenimiento como estrategia de aprendizaje y consolidación de la identidad cultural.

Cuando Lordani Barrón Moreno visitó su comunidad en el distrito de Yanama, provincia de Yungay, en , notó que los niños ya no jugaban como antes, con las tradiciones lúdicas de sus antepasados, sino que lo hacían con juguetes y casi sin interactuar entre ellos. También vio con preocupación que cada vez se hablaba menos el quechua ancashino, la lengua originaria de su tierra natal.

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En ese momento, recordó los juegos tradicionales andinos que ella disfrutaba de niña.

“¿Qué podemos hacer para que no se pierdan estos conocimientos? Si es que no los compartimos y valoramos, prácticamente van a quedar en el olvido, como si no hubieran existido”, pensó Lordani, quien estudia Educación Intercultural Bilingüe, nivel primaria, en la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo, gracias a Beca 18 del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación.

Por tal motivo, la talento está trabajando en un proyecto que busca revalorar los juegos andinos empleándolos como una estrategia de aprendizaje, de consolidación de la identidad cultural y de difusión de valores en los escolares de educación primaria.

Kiwi y Chipi-Chipi

El análisis que ha iniciado abarca a una variedad de juegos andinos, entre los que se encuentra el kiwi, que desarrolla el trabajo en equipo, establece roles y responsabilidades y fomenta la rapidez en los niños. Otro es el chipi-chipi, parecido a la gallinita ciega, que además de las anteriores características, también ayuda a desarrollar la intuición al tratar de identificar a compañeros con el sentido del tacto o los sonidos que se puedan emitir durante el juego, así como la confianza entre ellos.

En la lista también se encuentra los pollitos y el gavilán, parecido a la mamá gallina y los pollitos, con el que se desarrolla la imaginación, así como el entender sobre el cuidado mutuo que debe de existir entre las personas, descartando toda clase de violencia.

“Los juegos ayudan mucho a que el niño se sienta como en familia, para que no sea excluido del grupo. Uno de los lugares en que los niños se encuentran en contacto es en el colegio, este espacio es ideal para emplear estos juegos”, sostiene la estudiante, y añade que el rol de la familia es crucial para lograr estos objetivos, y para consolidar la identidad cultural desde las costumbres y el uso de las lenguas.

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Lordani considera que la información de estos juegos, que incluye su metodología y objetivo de aplicación, pueden plasmarse en un producto impreso, ya sea un libro o folletos con traducción al quechua u otras lenguas originarias y al español, para que más niños del país puedan conocerlos.

La joven precisa que estas actividades, aparte de ser una herencia de los antepasados andinos, trae ventajas al fomentar habilidades en los niños; así como al mejorar su convivencia escolar y social, su ingenio e intelecto, y fijar su identidad personal y cultural. Pero, sobre todo, enseña valores como el trabajo en equipo, la empatía y la solidaridad, los que predominaban en las comunidades indígenas.

“Muchas veces los niños son bien tímidos porque ya no comparten con sus compañeros. Además, cuando manipulan el celular o juguetes, se genera el individualismo e impaciencia, lo que impide el interactuar con otras personas”, mendiona la juven universitaria.

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