Ellas comparten la ternura de ser madre con el peligro de las calles. En la Unidad de Seguridad Ciudadana de , hay 13 mujeres serenos, la gran mayoría de ellas madres solteras, que son la muestra de que para nada la mujer merece ser catalogada como el sexo débil. A propósito del Día de la Madre, Correo presenta la historia de dos de ellas, que hoy sí que merecen celebrar.

LA CALLE LLAMA. Detrás de las gafas oscuras que usa Dina Cruz Manrique (41), se esconde la mirada de una mujer que es padre y madre para sus dos hijos de 21 y 4 años. Desde el 2015, dejó la comodidad de una oficina donde se desempeñaba como asistente administrativo, para subirse a una camioneta y patrullar en las calles de Chimbote así como participar en operativos e intervenciones en las zonas más peligrosas de la ciudad. Y es que Dina cree que la inclinación por los trabajos riesgosos y de servicio, viene de familia.

“Mi padre brindó servicio en la Marina (de Guerra del Perú). Sí me gusta mi trabajo. Nosotros apoyamos a la sociedad, aunque muchas veces no lo vean así”, señala.

Dina es docente de educación física. El amor por el deporte la ha acompañado a lo largo de su vida. Incluso, integró la selección de vóley de Chimbote, entre los años 2013 y 2014.

Debido a la poca demanda laboral para ejercer la docencia, Dina ha desempeñado distintos trabajos que en realidad, poco o nada tienen que ver con lo que estudió. La única consigna siempre fue sacar adelante a sus dos hijos, porque no tuvo a lado un hombre que le ayude con la manutención de ellos.

De lunes a viernes el despertador de Dina está programado para sonar a las 5:00 de la mañana. Desde la madrugada esta mujer debe dedicarse a las labores propias de una ama de casa. Pero un día antes, por la noche, ya ha dejado todo casi listo para el desayuno.

“Felizmente tengo el apoyo de una madre es que única y quien le agradezco todo. Mi padre también me apoya mucho”, refiere.

Usualmente a Dina la podemos encontrar en las puertas de las instituciones educativas de Chimbote dirigiendo el tránsito o brindado apoyo a los pequeños para cruzar las pistas. Ni siquiera en ese momento olvida su labor de mamá.

“Me pongo a pensar que ese niño que está cruzando la calle, a quien le puede pasar algo, puede ser uno de mis hijos y me pongo en el lugar de la madre cuánto podría sufrir si le pasa algo a uno de sus hijos”, dice.

Aunque su hijo mayor está orgulloso de que madre pueda servir a la sociedad, los reclamos por la labor peligrosa que realiza, no faltan. Ciertamente, en los tres años de servicio que lleva, esta mujer sí ha estado expuesta a situaciones de riesgos. Una de las que recuerda fue cuando en el peligroso pueblo joven La Balanza, justo cuando se encontraba de servicio, tuvieron que capturar a un ladrón.

“Estábamos con la Policía, el agente (policial), abrió la puerta de una patada, e ingresamos a la casa. La verdad es que en ese momento no medí el peligro, porque incluso desde el techo un sujeto había roto una botella y nos amenazaba”, nos narra la agente.

Hoy, Dina Cruz planea pasarla en familia. Para su suerte no le han programado servicio y podrá disfrutar, además de su descanso - bien merecido - del afecto de sus hijos, por quienes está dispuesta a todo.

TRABAJO DE RIESGO. Adiestrada en artes marciales, los trabajos que suponen riesgo no son un reto tan difícil para Amparo Zamudio Ibarra (45), madre de dos hijos de 20 y 11 años. Llegó a la Unidad de Seguridad Ciudadana en el 2015. La oportunidad labora se presentó y no lo pensó dos veces. No era algo tan nuevo para ella, ya que venía de haber trabajado como seguridad en el Proyecto Especial Chinecas y también en discotecas, en donde nunca falta alguien que pasado de copas, pierde los papeles.

Aunque con un solo movimiento, Amparo podría reducir a un “faltoso”, prefiere emplear el diálogo y conseguir que se calme.

“Yo prefiero siempre emplear el diálogo, trata de calmarlos, antes de usar la fuerza. A veces, incluso, encontramos hombres borrachos que están golpeados, nos toca atenderlos”, cuenta.

Al igual que su compañera, Amparo Zamudio es padre y madre para sus hijos. El mayor se encuentra a punto de terminar su carrera técnica de mecánica automotriz y el segundo está en la primaria.

Amparo tiene el apoyo de su madre. Pero también comparte las labores de seguridad ciudadana con las de mamá.

“Temprano, aprovechando que ingreso al trabajo, voy dejando a mi hijo menor al colegio. Luego los dos almuerzan en la casa de mi mamá y ya en la tarde hasta la noche, yo me encargo de atenderlos, ayudarles con las tareas y lo demás”, refiere.

Como es natural, el trabajo que realiza siempre se encuentra expuesta al peligro y los riesgos, pero no dice que no le tema a nada. Lo que sí le apena es que muchas veces el trabajo que realizan no sea comprendido por la ciudadanía.

“No todos entienden nuestro trabajos. A veces el sereno siempre queda mal, por más que estemos haciendo bien las cosas y velando por el bienestar de la ciudadanía. Cuando hay actividades nos piden apoyo, o por ejemplo para Navidad, todos salimos a patrullar, a veces dejamos de lado la familia, para poder velar por la seguridad, pero yo estoy muy contenta con mi trabajo y el poder servir a mi comunidad”, menciona.

Amparo espera que hoy no le toque hacer servicio. De ser así pasará el Día de la Madre velando por la seguridad, mientras que otras madres más que como ella son el pilar de su familia, festejan su día.

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