Aferrado a la imagen de la Virgen del Carmen y vestido con una sotana, desde el humilde cuarto alquilado que lo cobija. El padre Alberto implora ayuda. A sus 70 años las fuerzas no les responden como antes, igual, su fe en Dios es inquebrantable.
Cada mes, el sacerdorte padece porque tiene que juntar 260 soles para pagar el cuarto donde vive solo. El lugar ubicado en Chilca está hacinado, tétrico y hace tanto frío que sus piernas ya no lo soportan.
“Los días pasan rápido y no hay trabajo, pido que me ayuden a pagar el alquiler, me he convertido en un “sacerdote ambulante” y tengo que oficiar por lo menos una misa para comer y pagar mi cuarto”, expresa con preocupación el anciano que practica la fe católica.
Hace años realizaba la homilía en los velorios, también hacía responsos, pero ahora ya no lo contratan porque no puede caminar.
Raúl, su amigo taxista, conmovido por su situación, hasta optó por alzarlo en peso y lo lleva en su vehículo para trasladarlo a las misas de cuerpo presente en los velorios.
“Llévame rápido, que no vean cómo ingreso, porque si me miran que no camino ya no me van a querer contratar”, le dice el septuagenario.
Cada dos meses recibe unos 250 soles del programa Pensión 65, que ni siquiera alcanza para el alquiler. Además, tiene que comprar su balón de gas que está 48 soles y debe durar un mes, para preparar su avena con cocoa.
De lunes a viernes recibe una ración del comedor popular, pero los fines de semana no hay ni qué comer. A veces se prepara arroz o sancocha un poco de fideos, claro, si le alcanza.
Salud deteriorada
Hasta julio del año pasado acudía al hospital Carrión, pero lo difícil que es conseguir una cita y tener que pagar taxi lo hacen desistir. Cuando se pone de pie apenas da unos pasos y se le van las fuerzas.
Necesita con urgencia una silla de ruedas o un andador en el cual apoyarse, ya que ni puede ir al baño. Su bastón es un palo de escoba.
Cuando acudió con el neurólogo le recetó un medicamento que costaba 80 soles y no podía pagar.
El sacerdote Alberto Negrini Chira es piurano de nacimiento y menciona que es un pastor de la iglesia ordenado por un obispo. Se tuvo que retirar de su ordenación para ayudar a una hermana que es anciana como él.
Ahora el necesitado es él
El padre Alberto recuerda que cuando estuvo en funciones se encargaba de una parroquia, donde había un sacristán, la secretaria y los devotos que acudían en busca de la bendición de Dios. Allí, siempre procuraba aliviar el corazón de los feligreses a quienes apoyaba desde su labor sacerdotal, pero ahora el necesitado es él.
Entre sus cosas aún guarda sus certificados de un diplomado en docencia inclusiva que le otorgó la Universidad Nacional Intercultural de la Amazonía. Además tiene un cadiz, un rosario, la patena y las ostias, entre otros implementos que tienen los religiosos.
Además tiene la intención de culminar su carrera de Derecho, ya que estudió 3 años y considera que podría ejercer la abogacía como un sustento de vida.
Cualquier ayuda la puede enviar a través de este número de celular: 964 610 519, pregunte por el padre Alberto. Si no contesta insista. Y si quiere algo presencial, lo puede visitar en la quinta donde vive, que está entre los jirones Manco Cápac y Augusto B. Leguía en Chilca al lado del taller Tuki.
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