La Mejorada: una historia que huele mal
La Mejorada: una historia que huele mal

Esta historia huele mal. Y es triste. Un recuerdo sucio de los breves minutos que pasé en el botadero La Mejorada, ese eriazo de seis hectáreas que apesta al lado del río Mantaro en el distrito de El Tambo (Huancayo). Gases tóxicos, agua sucia, manos embarradas, abundante excremento. La basura de 160 mil personas reunidas en un solo tacho. La Mejorada es un lugar donde nada mejora.

Para ingresar al terreno se pide permiso. Alambres viejos a modo de cintas de seguridad te impiden el paso. Como si la basura encargara al descuido recibir a sus visitas. Luego de unas llamadas y súplicas para que me permitan entrar, Juan Miguel, el ingeniero encargado, se ofrece de guía. Una tos desesperante me previene que esto no será fácil.

LAS MUJERES. Tres señoras separan botellas de plástico a pocos metros del pozo de lixiviados. Tienen el rostro cansado, la mirada alerta y las manos llenas de cayos de tanto escarbar en la inmundicia. Le pregunto a una cómo desarrolla su trabajo, cuántos costales llena y me mira asustada. “Cuatro”, susurra. No me responderá más. Tiene miedo a decir algo incorrecto, a perder el trabajo y dejar de alimentar a sus hijos. El botadero fue sancionado y denunciado por enterrar la basura al borde del río y contaminarlo. Autoridades, medios, políticos, vecinos, todos reclamaban el cierre del lugar pero el alcalde del distrito se negó. Así que ahora el silencio de la dama es mejor para conservar su trabajo.

Hay muchas mujeres en La Mejorada. Todas parecen con uniforme de guerra. Llevan un protector en la cara, un sombrero viejo, guantes hecho hilachas, botas, mameluco. Imagino cuánto debe pesar todo eso sobre el cuerpo. A parte de las que reciclan botellas, están las que hacen compost, las que conservan el huerto donde se emplea el compost, las que bajan la basura de los recolectores, las que esparcen la basura, las que la separan, las que la entierran. El Tambo acumula 180 toneladas de desechos diarios y el 55% de la basura es orgánica, según el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental. Aquí, la basura y la mujer parecen haber nacido la una para la otra.

-¿Cuántas horas trabaja usted? -le pregunto a otra mujer que empuja con una pala la basura del camión hacia afuera.

-Por qué no me ayudas a bajar esto en vez de preguntar -responde.

SOBREVIVIR. Según Juan Miguel, el guía, son nueve personas que se dedican a confinar los desechos y nueve a elaborar compost. Yo veo aquí muchas más. Es hora de almuerzo. La señoras se sientan a un lado, sacan un táper y comen mientras todo apesta. El gas que aspiran es Metano (CH4), el segundo culpable del Efecto Invernadero después del Dióxido de Carbono y lo genera los residuos orgánicos. Según la European Lung Foundation este tipo de aire produce la muerte por enfermedades al pulmón y el corazón. La justificación ante esta advertencia médica es que cada 120 días los trabajadores de La mejorada son vacunados pero en solo un minuto 7 mil litros las mata lentamente. ¿Cuánto puede soportar el pulmón de una dama?

Juan Meza es un anciano que camina en el agua. Tiene unas botas de jebe con las que avanza por el charco y me dice que la lluvia no los ha dejado trabajar estos días. Es cierto. El verano en Huancayo tiene tanta lluvia como sol tiene la Costa. Charcos gigantes han acumulado al pie de las montañas de bolsas negras llenas de lo que no comiste en el almuerzo. Mil millones de bolsas de polietileno se fabrican al año en el mundo. La Mejorada es un modelo a escala de esa cifra.

LOS HOMBRES. Juan Meza elabora compost. “30 kilos diarios y 700 a la semana. Y estoy más joven que tú”, me reta el señor de 68 años. Y me doy cuenta que también hay varones en La Mejorada, silenciosos y cansados. Según Meza son 13 obreros y entre todos llegan a los 700 kilos de abono orgánico. A diario mastica coca para soportar los malos olores y podría trabajar hasta que las energías se acaben, afirma. O el Metano lo mate. El municipio de El Tambo aun no puede procesar este gas inflamable y hacerlo energía así que través de tubos plantados en la tierra lo expulsan al espacio.

Antes de dejar el botadero Juan Miguel me recuerda que tiene un proyecto para usar el Metano como gas natural, para usar la basura en la fábrica de ladrillos. Incluso me muestra las pruebas que ha hecho. La ilusión que hay en su rostro me dice que esta contaminación podría ser menor. En Suiza incineran la basura en 28 plantas que a su vez generan energía eléctrica para todo el país. En Lurín (Lima) queman el gas emitido y reducen en 70% la contaminación. En El Tambo no hacen nada.

El camino ha terminado. La tristeza apesta más que la basura. Salgo. A mi espalda las bolsas, botellas, cáscaras, telas, latas, frutas podridas, zapatos, tubos y toda el excremento del distrito El Tambo me despiden.

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