El sapo y el frío tienen algo en común. El primero puede curar la inclemencia del segundo. En el mercado de Huancayo, entre las calles Guido y Piura, una tienda vende este remedio. Se llama “Metzu”. No es la única, la calle está repleta de comercios que ofrecen todo tipo de curas: desde gripes simples hasta raros males creados por entes malignos. Un hospital andino al paso. Allí se exhiben aves muertas, raíces remojadas, licuados sospechosos en ollas humeantes.
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¿Cómo se cura una gripe sin llegar a un hospital? Le pregunto a Roxana, la joven que atiende en “Metzu”. Está allí desde muy temprano, abrigada. “El vasito está un sol, prueba, casero”. Lo que me sirve es un jugo agradable. El sapo no es sinónimo de buen sabor, pero este licuado sabe bien. “¿Qué contiene?”, pregunto. “Tres sapitos, algarrobina, siete semillas y soya tostada”.
“¿Es la única forma de curar la tos?”, pregunto. “No”, me dice Roxana. Y ahora me dará una receta extrema que no falla: “Remojado de hígado de zorrillo”. Pongo cara de incrédulo. ¿Qué tiene que ver una garganta irritada con las vísceras de ese mamífero’. Es una macerado que luego de seis meses está listo para que alguien lo beba. No seré yo.
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En “Metzu” hay un remedio más para la tos. Se llama Wito Wito, cuesta S/120 y es mejor que un buen cañazo (otro remedio casero en la sierra). El Wito Wito contiene lágrimas de plátanos, ajos macho y cebolla. Tomarlo te asegura sanar del mal respiratorio, pero te llena de preguntas: Por qué el ajo macho y no la hembra; cómo haces llorar a un plátano, ¿para eso le ponen la cebolla?
En estos meses de bajas temperaturas en el Valle del Mantaro, la calle Guido rebalsa de clientes en la mañana. La mayoría pide un vaso de su extracto de sapo. Otros van por productos envasados, otros solo pasan mirando. Pido un vaso lleno.