La vida cotidiana en sus calles nos hace pensar que el tiempo se ha detenido. La plaza principal de Orcotuna está rodeada de árboles desbordantes de paz y tranquilidad. A la mano derecha, observamos una hermosa iglesia y también pequeñas carpas en las cuales las lugareñas ofrecen comidas típicas.
Cuenta la leyenda que en las faldas del cerro San Cristóbal de Orcotuna vivía una pareja de ancianos que se dedicaba al tejido. La esposa llamada Cromirosa fue testigo de la aparición de la virgen María, quien le pidió construir una capilla en su distinción. Tras la visión de la imagen sobre una roca del manantial, el pueblo accedió a construir un santuario con mucha devoción.
En 1930, se hizo una nueva edificación con un diseño propio de la arquitectura andina. Consta de un arco de bienvenida y a los lados un gañán labrando la tierra y una mujer campesina. Hacia la parte izquierda del santuario, se ha construido una gruta en donde se observa la silueta de la Virgen de Cocharcas en una roca, de cuya base brota agua que los fieles consideran milagrosa.
Luego de recorrer el santuario, comenzamos otra aventura: ascender por una pequeña escalera, que asemeja el camino al cielo, para llegar hasta el mirador Jerusalén. En el camino encontramos abundante vegetación propia de esta zona y, poco a poco, se divisa un poblado lleno de alegría. Y si te sientes cansado en la cuesta, puedes tomar un merecido descanso en estas pequeñas construcciones.
Por fin llegamos al mirador Jerusalén con un amplio patio construido a base de piedra y cemento. Pues luce muy bien conservado, y vemos una cruz y una capilla en honor al Cristo sacrificado. Asimismo, es imperdible captar la vista espectacular de Orcotuna hasta parte del majestuoso Valle del Mantaro, desde lo alto del mirador.