Acuña: una derrota que va más allá del fútbol
Acuña: una derrota que va más allá del fútbol

Universidad César Vallejo, el equipo de César Acuña, no solo ha perdido un partido de fútbol. Tampoco ha perdido solamente una final ante el Sport Boys. La gran oportunidad de volver a la Primera División del fútbol profesional peruano no ha sido, siquiera, lo más importante que perdió.

El equipo de César Acuña ha perdido mucho más, porque su derrota en el Cusco no se restringe a ese estadio ni a ese partido. Porque ha perdido ante el país, ante todos. Ha sido derrotado por la esperanza, por una abrumadora mayoría que lo miró a él –sí, al mismo Acuña- y a su equipo como la encarnación del abuso del poder y el dinero, del villano, del corruptor mayor y elefantiásico.

Y por eso, Universidad César Vallejo llegó derrotado a esa final. Ese partido lo perdió antes, cuando las sombras del dinero indigno menguaron a un equipo que seguramente no habría necesitado de una mano sucia de plata para ganar.

Cuando Vallejo jugó con Mannucci en el Estadio Mansiche, los jugadores “poetas” encararon el partido con angustia. Se notó en ese segundo partido del clásico trujillano: Vallejo ya no era superior, como en el primer partido; ganó sufriendo, como si una ola negra hubiese nublado a los futbolistas. Y por eso cuando sonó el pitazo final celebraron como si se tratara del mismísimo título. Los futbolistas sintieron alivio; había sido una semana plagada de denuncias de sobornos que los habían hecho sentirse culpables y sucios, embarrados y villanos, sin serlo.

En Hualgayoc, tuvieron la gran oportunidad de alzarse con el título, más allá del ruido de las denuncias que aún les perturbaba y les desconcentraba, que les agujereaba por dentro y les tocaba el corazón. Un futbolista no puede competir si su interior está en conflicto, si su mente está afligida por cuestiones antideportivas. Eso lo saben todos. Pando, cuando pateó el penal cobrado en esos minutos finales de Hualgayoc, debe haber sentido la vibración de mucha gente no solo allí, sino en muchas partes del Perú. Pando en realidad pateó no con un estadio en contra, sino con más de medio país en contra. No hubo gol, ya lo sabemos.

Y la historia se repitió en el Cusco, ante un Sport Boys estimulado desde lo anímico, enfebrecido por su dignidad, por el apoyo de quienes ahora querían ver caer a Vallejo porque eso sí era –tras todo lo acontecido- lo más cercano a la justicia poética. Los futbolistas de Vallejo tuvieron que jugar con la carga de una pesada cruz, contra el griterío de quienes los señalaban como parte de una mafia.

No hay forma de vencer a los fantasmas de la culpa y la turbación. No hay forma de vencer a una mayoría porque todas las fuerzas terminan concentrándose en tu contra. Como en “Masa”, el poema de César Vallejo, “todos los hombres de la tierra” parecieron unirse contra Vallejo, el equipo de César Acuña.

Acuña y sus dirigentes habían condenado a sus propios futbolistas. Él fue quien los llevó a la derrota.

Y en los penales acabó todo, allí terminó de ser derrotado Acuña y su equipo, del peor modo que puedes ser derrotado. Más allá del partido, más allá del deporte, más allá de una final. Más allá del cariño de la gente y aislado, por el desamor de esa misma gente, en la soledad del dinero y del poder, apenas rodeado por las miasmas de lo indigno.

TAGS RELACIONADOS