Alan García ha vuelto por sus fueros, ha pisado nuevamente el terreno agrietado del Apra para proclamarse con la máxima autoridad. ¿Alguien creyó realmente aquello de que se iría del todo de los linderos céntricos del Apra y que dejaría al partido reconstruirse y reestructurarse por sí mismo, desde los propios cimientos de sus bases? ¿Alguien pensó que se refugiaría de manera definitiva en sus cuarteles de invierno?
La visita del exmandatario el pasado fin de semana al norte del país, precisamente a Áncash y La Libertad, ha alterado otra vez a la militancia aprista de estos lares que, con su arribo, empezó a soltar desde las redes sociales la frase de advertencia: “Alan une”. El mensaje, sin embargo, no fue bien recibido por grupos de “compañeros” que más bien hicieron hincapié en que el Apra no necesita de un Alan que una, sino de un partido cohesionado que enarbole su resurgimiento.
Pero el remezón con epicentro en el norte en realidad se sintió en todo el país, desde los días previos. El primero en soltar el anzuelo fue Aurelio Pastor con aquello de que “Alan García es el Messi de la política”. No tardó en chapar dicho anzuelo el protagonista emergente en esta nueva novela aprista, Enrique Cornejo. “El Apra no necesita de un Messi”, fue su respuesta en los medios.
Y entonces, en ese terreno preparado, llega Alan García al norte, y en Trujillo, desde un restaurante de sabor mochero, le manda un saludo a la distancia al “cholo” y a sus “ecotevas”, otro episodio abierto, esta vez de manera seguramente involuntaria. No fue así con el apoyo que, en esa misma locación, le lanzó García a su nuevo ahijado Elías Rodríguez, próximo candidato a la secretaría nacional aprista pero, sobre todo, próxima cortapisa de las aspiraciones de Enrique Cornejo y de un grupo importante de militantes apristas.
Solamente basta con escuchar al congresista liberteño Elías Rodríguez devolverle las flores a García desde Lima -al señalar que no hay nadie como él, que está por encima de todos- para saber quién será el alfil del expresidente que vuelve a partir al Apra en dos y que se resiste a jubilarse de esa aspiración de seguir siendo el rey, como tanto le gustaba cantar en otros tiempos.