El alanismo y el fujimorismo
El alanismo y el fujimorismo

Hace tiempo que la división en el Apra pasa por dos claras etiquetas: los alanistas y los no alanistas. El poder político real, por ahora, y pese a sus anuncios de retirarse de la representación aprista, sigue cayendo en los primeros, el grupo que secunda a .

La bancada aprista es muestra de ello. Con Mauricio Mulder como cabeza, con Javier Velásquez Quesquén y Elías Rodríguez, son ellos quienes llevan adelante una agenda común con la mayoría fujimorista en el Congreso. No en vano ha sido Mulder el brazo ejecutor de la ley que buscaba golpear a los medios y tuvo contactos con el juez detenido en España, César Hinostroza, que lo llamaba “hermanito”.

Jorge del Castillo, que tiene a Luciana León de su lado, ha tenido una performance algo distinta desde que empezó el periodo actual en el Congreso. Del Castillo es, justamente, un claro oponente de García dentro del Apra. Pero los tiempos actuales, las semanas, días y horas actuales, tan duros como temblorosos para el fujimorismo y para el aprismo manejado por García, han hecho el milagro de conseguir que hasta Del Castillo se acerque a la bancada que, para ser más precisos, algunos llaman “fujialanista”.

¿Por qué el Apra, o la parte del Apra que maneja García, insiste en hermanarse con el fujimorismo, en aparearse, en comulgar con sus mismos intereses? ¿Por qué el viejo partido fundado por Haya de la Torre se agarra del brazo de una organización que lo está arrastrando con él?

La respuesta, nuevamente, parece estar en el mismo Alan García.

El expresidente acaba de dejar los ambages para jugársela por Pedro Chávarry, el cuestionado Fiscal de la Nación cuya protección fujimorista es bochornosa. Y, en consonancia con el fujimorismo, e incluso más audaz todavía, ha salido a señalar al gobierno de Martín Vizcarra como responsable de la prisión a Keiko Fujimori. Como para que no quede duda de qué lado está y de qué lado estuvo siempre, y qué interés persigue.

Chávarry es la última esperanza del fujimorismo, pero también del alanismo. Por ahora son indisolubles en su hermandad, como también lo ha demostrado la Comisión Lava Jato, que ha dejado a García en olor de santidad.

Y por eso Alan García repite lo del supuesto golpe de Estado. Está inquieto, azorado, intenta mostrar indignación, pero revela más su nerviosismo. El huracán Lava Jato, sin alfiles en la administración de justicia y con elementos tan incómodos como el fiscal Domingo Pérez, que también investiga a García, parecen ponerlo en ese estado.

Mientras tanto, me pregunto si nadie en el Apra es capaz de levantar la voz para evitar que la institución que tanto tiempo enarboló la democracia en el Perú se siga diluyendo con el barro del fujimorismo caído al que abraza en el Congreso y vía Alan García.

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