Fuerza de choque
Fuerza de choque

Yo no sé si la supuesta “Fuerza de Choque” del Apra tuvo que ver con esto, pero el buen escritor Toño Angulo recuerda muy bien, hasta hoy, la agresión y las amenazas vociferantes de los apristas en la misma cuna del partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre, años atrás.

Fue a finales de enero del año 2005. Toño Angulo había publicado un libro delicioso, trepidante y por supuesto también noticioso. “Llámalo amor, si quieres” era el título de este conjunto de crónicas que se sumergían en las vidas amorosas, pasionales y secretas de personajes históricos como Francisco Pizarro, José María Arguedas, Abimael Guzmán, Vladimiro Montesinos, Haya de la Torre, entre otros. La noticia era que Angulo llegaba a la Feria Internacional del Libro de Trujillo, y que la historia que había investigado y relataba sobre el fundador del Apra iba a tener su condimento especial.

“Uy, ya se imaginarán cómo va a estar eso”, recuerdo que nos comentó a un grupo de periodistas y hombres de letras la entonces promotora de la feria del libro, Adriana Doig Mannucci.

Pero Adriana, muy a su pesar, se quedó corta. Ya en los días previos el ambiente se había caldeado, pues el mismo presidente regional de esos tiempos, el aprista Homero Burgos, había hecho un comunicado oficial en los medios condenando al libro y a su autor, llamando “panfleto” a la publicación. Burgos y la susceptibilidad aprista de ese momento no comprendían ni conocía que el libro no tenía un fin político sino más bien humano.

Y llegó el día. Angulo, muy joven entonces, con zapatillas All Star y ropa propia de un muchacho que salió a fumar un cigarrillo por las calles, pareció ver al demonio mismo cuando, mientras hablaba sobre el Haya que refleja su libro, sobre sus aventuras en París con el escritor Coyné en lugares de muchachos y sobre el misterio de su vida amorosa, presuntamente homosexual según sus hallazgos, vio cómo le empezaron a llover huevos y objetos de todo calibre. De hecho, uno o más de un huevazo al menos le cayó en la cara, a la vez que un grupo de apristas, con gritos destemplados, le decía de todo, se le iba encima con un ímpetu rabioso pocas veces visto por quienes estábamos allí.

Por suerte, el público y la Policía hicieron una cadena humana para impedir que el pobre Angulo sea víctima de lo que parecía inminente. Fue un espectáculo deplorable que todo el país vio.

Entre los atacantes, algunos reconocimos a trabajadores del gobierno regional que entonces presidía Homero Burgos. También a algún que otro de esos viejos miembros de la llamada brigada que solían pasearse entonces por los pasillos de la Casa del Pueblo y que a algunos periodistas nos miraban con un recelo evidente. Algunos de ellos los conocimos mejor con los años, y diría que hasta se hicieron amigos nuestros. No creo que sean personas cercanas al crimen, pero sí creo que eran capaces de hacer lo que muchos no haríamos contra los que consideran -o consideran sus jefes políticos- son los enemigos de su partido y de sus líderes.

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