La final del mundo nuestro
La final del mundo nuestro

Desde una cabina de transmisión el partido se vive de otra manera. Estás como en una cápsula que te blinda, una suerte de asilo temporal y, sin embargo, el ruido de las barras se visualiza y se siente, te llega como le llega a uno el sol fuerte a través de una ventana sin cortina o sin polarizar.

Y así llegaba la oleada de aliento de los hinchas del Carlos A. Mannucci. Era un escenario inédito en una circunstancia inédita: una final de Segunda Profesional con dos equipos trujillanos, uno tradicional y otro recién puesto en vigencia. Y la hinchada de César Vallejo, anaranjada y localizada en una parte de la tribuna norte, hacía la pelea aunque era taponeada por la bulla de la euforia tricolor. El estadio, a rasgos generales, era tricolor.

En virtud a una inesperada propuesta e invitación de Sol TV y de mi colega y amigo Edward Alva, estaba allí listo para acompañar la transmisión con los comentarios. Desde la cabina, la bulla se hacía sentir, hacía que cada vez que me tocaba hablar terminara gritando.

En la cabina el partido no es lo mismo. Hay monitores y también hay voces por todos lados, hay empujones y también bulla de la grada. Y, sin embargo, vuela el partido con jugadas que se baten entre la pantalla y el césped, entre los detalles del juego en tiempo real y la repetición del monitor.

Y la historia del partido empezó como la imaginábamos: friccionada, raspante, de poder a poder, nadie regalaba nada, ambos se neutralizaban. El mediocampo era una lucha constante en la que poco juego se hilvanaba y, sin embargo, hubo jugadas que hicieron asomar el peligro tanto en uno como en otro arco. Noronha era un cuchillo amenazante que en cualquier momento podía hincar. Requena era un poste duro de roer. Pando quería ganarse la vida arriba pero no mucho pudo hacer.

En el segundo tiempo vino el gol. A Fleitas no le importó la ley del “ex” y celebró su gol ante la hinchada. Mannucci se volcó por el empate, más con emotividad que con ideas, y logró el penal en una jugada tirante que aún deja dudas. Penal, gol y el estallido del estadio.

La histórica jornada terminó ahí mismo. “Chemo” del Solar no estaba conforme pero abrazó a José Soto. Fue una linda imagen, pero no duró mucho. La otra semana habrá otra batalla en el valle.