Inmunizar contra la Covid-19 a la población de la sierra de la región se ha convertido en todo un reto para el personal de salud. Algunas vacunadoras caminan hasta ocho horas diarias para inocular a los integrantes de una sola familia. La accidentada geografía del ande ni las inclemencias del tiempo tampoco son obstáculos para que enfermeras y técnicas lleguen a cada rincón.
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Ardua labor
En La Libertad, de las casi dos millones de personas que deben recibir la vacuna contra el SARS-CoV-2, un 85,87% (1,679,696) ya tiene la primera dosis; 76.66% (1,499,462) la segunda y 33.99% (664,844), la tercera, según el Repositorio Único Nacional de Información en Salud (Reunes) hasta el cierre de esta edición.
Sin embargo, el proceso de inoculación en la sierra no avanza como en la franja costera.
La provincia de Trujillo, cuya población objetivo es de 1,050,277 personas de 5 años a más –la más grande de la región–, ha avanzado un 89.04% en primera dosis, 80.39% en segunda y 33.99% en tercera. En Julcán, una de las siete provincias andinas que posee la región, la realidad es otra, aun cuando su meta está compuesta por solo 35,393 pobladores. De estos, un 81.70% (28,915) se ha colocado la primera inyección, 70.36% (24,901) la segunda y 19.70% (6,971) la tercera.
Para la gerenta regional de Salud, Kerstyn Morote García, esta situación tiene una explicación: “[En la sierra] hay una población muy reacia a la vacunación; hay una corriente antivacuna bastante fuerte”.
“El principal problema, en la sierra, es la creencia. Muchos no se vacunan porque dicen que su religión o su pastor no se los permiten. El segundo obstáculo es la infodemia. Creen que la vacuna tiene plomo, un chip, daña la salud, que genera la muerte en dos años”, añadió la funcionaria.
La médica aseguró que hay enfermeras que tras haber caminado varias horas por trochas, abismos y un frío intenso, solo logran vacunar a cinco o siete personas en una comunidad de cien pobladores. “Eso las llena de impotencia”, afirmó.
“Por eso es bueno que la población conozca todo lo que hay detrás de una vacuna. Además de un proceso de planificación, hay un profesional de salud que carga un termo con las inyecciones y que muchas veces pesa. A eso hay que añadirle su predisposición para ir casa por casa”, enfatizó.
Morote felicitó el trabajo que enfermeras y técnicas cumplen en la zona andina de la región. “Hay que resaltar y reconocer la labor que desarrollan. Muchas veces caminan en situaciones climatológicas adversas o se encuentran con personas que no quieren inmunizarse”, refirió.
Según la gerenta de Salud, esta labor de llevar la vacuna hasta el domicilio forma parte de la estrategia “casa por casa”, que fue implementada incluso en julio del año pasado en la costa para atender, en algunos casos, a pacientes postrados.
“Lo hacemos en Bolívar, Sánchez Carrión, Pataz, Santiago de Chuco, Gran Chimú y en la costa misma, donde también hay zonas de difícil acceso”, aseveró.