Familiares, amigos y compañeros de colegio acompañaron el féretro del héroe nacional hasta el camposanto El Remanso.
Familiares, amigos y compañeros de colegio acompañaron el féretro del héroe nacional hasta el camposanto El Remanso.

Respira profundo, baja la mirada, se acomoda la mascarilla y las lágrimas se le caen a Silvia del Pilar Ávila García, madre del capitán de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) , quien falleció el último miércoles junto con otros cuatro tripulantes que iban a bordo del helicóptero de la FAP que se estrelló en una zona de la provincia de Huarochirí (Lima).

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Tristeza

Vuelve a tomar aire, se apoya en su hijo Edgar y le dice a Correo: “Desde muy niño su ilusión fue ser piloto y por ello ni bien terminó sus estudios secundarios decidió postular a la escuela de oficiales de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) e ingresó en el primer lugar teniendo solo 16 años”.

El capitán Irving Espinoza tenía 13 años de oficial y en el 1 de enero ascendería a mayor. Durante los años de servicio a la FAP siempre se dio íntegro y buscó ser el mejor de su promoción.

El amor para su madre, hermanos y sobrinos era tan grande que hizo muchos sacrificios para estar con ellos.

“Él era muy inteligente y siempre buscó ser el primer puesto en su promoción, pero en la escuela a los primeros lugares al finalizar los cursos los envían al extranjero a especializarse. Él no quería separarse de mi mamá y optó por bajar un poco su rendimiento académico con el solo propósito de estar al lado de ella y de nosotros”, cuenta su hermano Edgar.

El piloto residía en la ciudad de Lima junto a su hermano, pero su madre siempre iba a visitarlo porque era su ‘bebé’ y el día que perdió la vida ella estaba en la capital del Perú.

“Fui a visitarlo y su viaje para San Martín estaba para el viernes 3, pero por mal tiempo se postergó hasta el día que ocurrió la tragedia”, dice la señora.

El día del accidente donde Irving y otros cuatro ocupantes de la nave perdieron la vida él tenía que estar en Trujillo, específicamente en su querido Huanchaco porque tenía que visitar a la Virgen de la Puerta para cumplir la promesa que le hizo, pero lastimosamente no pudo concretarla.

El mayor de los tres hermanos, Edgar, pide la palabra para mencionar que pese a que el piloto era el último, cuando comenzó a trabajar en la FAP tomó las riendas de la familia y ayudó a todos.

“Nosotros somos una familia muy unida y cuando mi hermano (Irving) nos dijo que iba a postular a la FAP lo apoyamos. Cuando comenzó a ganar su sueldo nos dijo que no nos preocupemos porque él iba a retribuir todo lo que hicimos durante sus estudios y así lo hizo. Siempre quiso lo mejor para nosotros y para sus sobrinos”, sostiene.

Servir a su patria

El capitán Irving Espinoza Ávila siempre estuvo presto a servir a su patria y ayudar al prójimo. Es así que viajó a Bolivia en el 2019 para ayudar a apagar el incendio forestal que azotó el país vecino.

Su madre también recuerda que estuvo secuestrado tres días por unos nativos y que en el VRAEM estuvo en un ataque terrorista contra el helicóptero en donde se encontraba y por poco un proyectil le impacta en su cuerpo.

Los restos de Espinoza Ávila fueron velados en su vivienda N° 270 de la calle Dean Saavedra, en el distrito de Huanchaco, donde estuvieron su madre, sus hermanos, familiares, vecinos, amigos de su promoción del Colegio Militar Ramón Castilla y algunas personas ajenas a su entorno, pero que quisieron despedirse del héroe nacional.

Por la tarde, su féretro fue trasladado hasta el colegio militar, donde sus compañeros de promoción se despidieron. Luego, fue llevado al camposanto El Remanso, donde le dieron cristiana sepultura.