Libros, los olvidados de la pandemia
Libros, los olvidados de la pandemia

Escrito por: Eduardo Pérez Li

Jorge Tume es docente de profesión, ejerció diez años la enseñanza a alumnos en el colegio “La Asunción”. Dejó la enseñanza al verse saturado por la presentación de innumerables documentos que a los pocos días terminaban en un tacho de basura sin mayor trascendencia.

Emprendió Infolectura, librería y editorial que apuesta por la literatura liberteña. En paralelo, organiza y asesora ferias de libros en la región con las que lleva lecturas y con ello un mundo de nuevas posibilidades a escolares que rara vez han tenido un libro entre sus manos.

Llegó a Salpo con otros escritores para contar sus anécdotas, cómo la lectura les cambió la vida y así motivar a los alumnos a que se dejen llevar por el arte de las historias escritas. Los escolares estaban sorprendidos, no sabían que había escritores regionales, que eran tantos y que tenían ganas de escucharlos, de conversar con ellos.

Así incentiva y difunde la lectura en la región hacia los más jóvenes, hacia quienes menos leen y más lo necesitan.

“¿Qué tan importante es darle un libro a un niño?”, le pregunto mientras lee y corrige un nuevo proyecto.

“Le cambia la vida por completo. Hay grandes personalidades que cuando tú las preguntas ¿cuál ha sido la clave del éxito?, siempre vas a encontrar que los libros estuvieron en algún momento de su vida”, me responde.

CRISIS SOBRE CRISIS. La poca acogida cultural no es nueva en el Perú y la llegada de un virus desconocido llegó para alterar todo. “Si ya estábamos en crisis, esta situación del coronavirus ha venido a empeorarlo todo”.

Hoy no tiene su característico polo con el que el rostro de El Che Guevara, sin embargo —en estas circunstancias— pienso que él y todos los que apuestan por la cultura son más revolucionarios que cualquiera.

“Parece que el estado nos está pidiendo que cambiemos de rubro”, dice al darse cuenta una vez más del poco apoyo que tienen por parte del Estado. Sigue en su oficina, no vende los mismos libros que antes, pero tiene que hacer los mismos gastos de siempre porque la alimentación, la enseñanza de los hijos y los servicios fundamentales no entienden de crisis cultural ni sanitaria. La situación es dura y más incierta que nunca, pero su confianza en que llegarán más y nuevos lectores lo alienta a continuar.

CÓMO SE VIVE. Una realidad con más experiencia en la región es la de Alejandro Benavides, fundador de “Papel de Viento”, editorial que también apuesta por el contenido regional. Alejo es escritor, editor y apasionado eterno por el teatro.

Su experiencia con las letras empieza desde muy niño, en Santiago de Chuco. Cuando se iba al colegio en con seis años, él tuvo la suerte de acudir con cuatro. Ese despertar temprano lo hizo conocer de libros y autores a una corta edad que desarrollaron su vínculo con la literatura.

Ahora, con una pandemia que nos tiene en crisis a todos, la de él se agudiza. Los ahorros destinados inicialmente para la impresión y distribución de un nuevo libro ahora se van en los gastos del día a día. Vende algunos libros con temor, evita que el Covid-19 llegue a él, pero siempre está en busca de contagiar de cultura a todas las personas que pueda.

“La literatura regional lo es como tal solo por las circunstancias, porque sigue siendo literatura”, dice con la esperanza de que el mensaje se propague y cale en quienes creen que el contenido local carece de calidad.

“De por sí es complicado vivir de los libros, de la lectura. Porque dedicarse por completo a la actividad literaria es una cosa de locos. Hay quienes lo ven así todavía”, comenta con un poco de orgullo. Cuenta que una pregunta bastante frecuente es: “¿Cómo se hace para vivir de los libros?”. Sin alterarse, explica que para que el mundo sea uno como tal, necesita de personas que se dediquen a las distintas actividades, pero “quienes hemos decidido dedicarnos a la cultura tenemos que ver cómo el Estado no da el apoyo necesario al escritor, solamente cuando se muere y es muy famoso, ahí sí se dice ‘es una gran personalidad’, que ‘hay que poner el nombre del colegio o de la calle’, como el caso de Valdelomar o Vallejo. Ahí sí se rinde culto, pero mientras vivo no, se le da gratificaciones”.

“La crisis cultural necesita una salida colectiva”. Desde su panorama, un escritor, editor o “librero” y la industria gráfica puede salir del problema por su cuenta, pero la cultura seguirá en decadencia y lo que se busca es revalorarla.

SIN LUCRO. Conseguir un libro de autores regionales no es complicado, mucho menos costoso. La finalidad de las librerías y editoriales con propuesta alternativa no es lucrar, sino difundir cultura. Los precios oscilan entre “los cinco hasta quince o veinte soles. Ya los más gruesos llegan a treinta soles, mientras que un libro sencillo de una editorial o librería nacional bordea cuando menos los treinta soles”.

Vivir de la cultura no paga, pero satisface, y aunque de satisfacciones no se puede vivir, ellos tienen la esperanza de que pronto llegarán nuevos lectores, padres preocupados por mejorar el conocimiento de sus hijos y, quizás así, empezaremos a salir de los últimos lugares de las pruebas mundiales de conocimiento escolar.