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“La política da asco, los políticos dan asco”, escucho, una y otra vez. Y lo dicen como si la política y los políticos estuviesen lejos, muy lejos de ellos, de nosotros. Como si la política y los políticos estuviesen en otro planeta, en otra dimensión.

No, señores: las prácticas que ejecutan los políticos de nuestro tiempo y que todos repudiamos, que forman parte de lo peor de nosotros, está todo el tiempo en nuestra vida, incluso en nuestras propias casas.

¿No es acaso una cotidiana forma de vida eso de pagar coimas a la Policía de Tránsito, eso de buscar padrinos en la administración pública para obtener ventajas o de aprovecharse del poder eventual que tienen algunos para comprar favores, amores truchos y demás prebendas?

¿No ha sido lo ocurrido en Ancash una demostración clara, clarísima e irrefutable, de lo emputecida que está la forma de actuar que tienen muchos en este país? ¿No han caído seducidos allí por el poder y el dinero sucio -incluso manchado de sangre- gente del Poder Judicial, de los gremios de construcción, de la prensa y de tantos otros sectores?

¿Qué me dicen de lo ocurrido con el caso de Beto Torres en Chiclayo, donde la justicia y la sociedad civil también aplaudió la impunidad y hasta se abrazaron en medio del lodazal?

¿Qué me dicen de lo ocurrido en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, donde el nombre de los catedráticos suena más al de una banda de hampones, y donde lo académico ha sido superado por el amor por el dinero mal habido?

¿Y qué tal el caso de ‘Los Plataneros’ en Trujillo, en el que la política, el empresariado y los abogados se entremezclan en una orgía de crimen, traiciones y millones?

Tiene razón el expresidente uruguayo José Mujica cuando dice que el amor por el dinero, tan extendido en nuestra sociedad, es la culpable de todo. En nuestras casas, en nuestros hogares, pervive y es ensalzado este amor por el dinero, por el progreso material antes que por la virtud y la honradez, ¿o no?

No, no es la política y los políticos el problema. El problema está en todos, somos todos.

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