¿Qué le pasa   a Mulder?
¿Qué le pasa a Mulder?

¿Qué rayos le pasa a Mauricio Mulder? El congresista aprista se ha esmerado en este último periodo en hacer propuestas que, aunque en algún caso pueda resulta hasta populista, evidencia un tremendo interés subalterno. Es como si a Mulder le hubiesen asignado la chamba sucia de morder, de soltar los perros, de soltar la bomba y dejar que todo se vaya al carajo. No sé si la orden viene de Alan García y su entorno, o del entorno de Keiko Fujimori, o de ambos, pero por ahí parecen sonar las campanas.

Primero, Mulder tuvo una especie de epifanía y se despertó una mañana convencido de que debe defender al pueblo del “terror” y “abuso” de los “grandes medios”. Entonces, en un momento tan delicado en el que los principales líderes políticos -incluido el líder aprista, aunque jure que con él no es la cosa- tambalean por las acusaciones de corrupción del caso Lava Jato, Mulder decidió que el problema es la prensa y que entonces el Estado no debe poner ningún anuncio pagado en los medios. Claro, los millonarios avisos y campañas pagadas en el segundo gobierno aprista habían quedado atrás, y las opciones del Apra de llegar al poder, al menos por un buen tiempo, parecen también haber quedado atrás.

Mulder tiene aquí, por supuesto, el apoyo de la bancada fujimorista, es decir, la que lidera Keiko Fujimori, una bancada que se siente víctima de los medios y cuyos miembros suelen defenderse en las redes con ese argumento tan sesudo y complejo que consiste en llamar “mermelero” a todo periodista que lo critica. De hecho, Mulder mismo, en abuso de su inmunidad parlamentaria, usa el cliché de “mermelero” las veces que se le antoja desde su Twitter, tira barro a mansalva, difama arteramente e insulta a sus críticos diversos.

Pero Mulder cree que las redes sociales, esas que él utiliza no de un modo constructivo, sino como un silo para depositar pestilencias, deberían ser empleadas por el Estado en detrimento de los medios.

El señor Mauricio Mulder, sin embargo, no solo quiere arrinconar a los medios y debilitarlos para conveniencia de quienes le dan órdenes hoy (porque ese es el verdadero fin, eufemismos a un lado), sino que además acaba de ser el promotor de una vergonzosa jugarreta aprobada en el Congreso con el fin de evitar que el Ejecutivo disuelva justamente al Congreso en los casos en que la ley se lo permite. O sea, una norma para asegurar la chamba por los años que quedan si es que PPK se va de Palacio jalándose a ellos de paso.

Esto ha sido aprobado con una rapidez que ya quisieran otros proyectos de ley de mayor relevancia para los intereses del país. Y esto porque se viene el segundo intento de vancancia contra PPK. Todo un espectáculo deplorable de sobrevivencia en medio de la suciedad que brota por Odebrecht y Lava Jato, y que tiene como director de este espeluznante reparto a Mulder, una decepción mayor en tiempos en que la política, más que nunca, demanda gestos de integridad.

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