A Luis Santa María Calderón, uno de los políticos liberteños más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, le molesta el “puritanismo” de la lucha contra la corrupción por el caso Odebrecht. Así lo ha dejado en claro en la última entrevista que dio a este diario y que fue publicada el domingo. Se trata de unas declaraciones bastante reveladoras que sirven para comprender mejor la postura de más de un sector ante las investigaciones del megacaso de corrupción.
El exalcalde de Trujillo y exdiputado esgrime, sin embargo, un argumento que bien podríamos compartir varios en la región: la necesidad de destrabar el proyecto Chavimochic porque asegura decenas de miles de empleos y porque sin duda dinamizará la economía liberteña, necesitada por estos días de un gran estímulo. Y, ciertamente, si no es Odebrecht quien termine lo ya avanzado y nos vemos en la necesidad de convocar a otra empresa, el reinicio de las inversiones seguirá esperando. Eso ocurriría de todas maneras.
Santa María Calderón además plantea que la investigación de la presunta corrupción y el avance de las obras del proyecto vayan por cuerdas separadas. Ante los golpes de pecho, plantea pragmatismo y acción. Suena razonable.
Pero el tufillo que dejan sus declaraciones va más allá. El excongresista aprista no oculta su molestia por la persecución de la corrupción en el caso Lava Jato. Aunque aclara que no está en contra de ella, sus palabras lo delatan. “Que lance la primera piedra el que está libre de pecado”, dice. Es decir: todos somos corruptos de alguna forma, y como todos somos corruptos, nadie puede investigar a nadie, no nos hagamos los puros.
“Parece que el Perú está ahora encaminado a que se investigue las coimas y todo lo demás; está bien que lo hagan, pero el país solo está enfrascado en eso”, manifiesta también Luis Santa María.
Hay sectores, sobre todo empresariales y de la clase política más tradicional, que piensan como él. Yace allí la tolerancia a ciertas prácticas “acriolladas”, todo mientras se conserven las ganancias y el crecimiento económico. Pero el Perú de hoy piensa distinto en su mayoría. El Instituto de Estudios Peruanos acaba de publicar una encuesta en la que se pregunta por las razones que traban el desarrollo del país, y el 68% de los encuestados respondió que era la corrupción de los gobernantes de turno. Las otras opciones iban del 22% para abajo.
Hay quienes creen, como Santa María Calderón, que la corrupción es una anécdota, un tema menor para el país. Tal vez porque forman parte de una clase política y empresarial que creció y vivió bajo un sistema que normalizó viejas prácticas, esas viejas prácticas que hoy sí se quieren desterrar.