Los feroces militantes de esa masa informe virtual que suelen pulular en las redes sociales -y que Umberto Eco califica como “invasión de imbéciles”- suelen hablar pestes sobre la prensa y los periodistas. Sus críticas en la mayoría de los casos no tienen el afán de inciar una discusión en torno a los límites del oficio, sino que se contentan con tirar barro y enlodar una profesión que también han ejercido algunas de nuestras mejores plumas.

Hablan de maquiavelismo, de puro interés, de vender pescado podrido -como dicen los argentinos a la información mala y poco importante-, de jugar bajo la mesa. Hablan de podredumbre.

No voy a ser yo quien ejerza el tan cuestionado espíritu de cuerpo. No voy a negar que en la prensa también se reflejan nuestros peores males como país. No voy a negarle el derecho a la crítica a nadie, yo que tantas veces he criticado y me he criticado a mí mismo al discutir sobre esta labor.

Pero sí voy a salir en defensa de este oficio. Porque este oficio es hermoso, como lo dijo Hildebrandt. Y complejo, complicado. Se vuelve más complejo y complicado cuando más experiencia tienes. Gana en dificultad cuando empiezas a ser consciente de la gran responsabilidad que tienes en tus manos.

No me vengan con tonterías ni teorías conspirativas sobre el poder de la prensa amarrado con los poderes nucleares y fácticos. Basta de pajas mentales. Este es el Perú, donde muchos hombres de prensa viven con lo justo arriesgando el pellejo con su chamba, el país en el que la democracia es aún débil y endeble y por ende es más difícil ejercer el contrapoder, piedra angular de nuestra función como periodistas.

Hay quienes creen que existe una especie de Gran Hermano -como en el libro de Orwell- que maneja todos los hilos desde la prensa. Otro piensan que los periodistas andamos conspirando y tramando a diario a quién vamos a meter a la trituradora esta semana para levantarle la imagen del otro a la siguiente. Llevo más de trece años haciendo periodismo y hasta ahora no conozco a esa mente maquiavélica que dicen maneja los medios. Nunca me ha llamado. Y, por otro lado, déjense de vainas: los periodistas andamos preocupados en cosas más pedestres y sin importancia, como ver cómo rayos cerramos esta edición y sin errores.