Un proceso sin Acuña y Guzmán
Un proceso sin Acuña y Guzmán

Empecemos con las dudas, antes que nada. No estoy tan seguro de que César Acuña quede finalmente fuera del proceso electoral. Aunque sería lo mejor para él, para su familia, para su partido político y para su empresa educativa. Tengo dudas, aunque ligeras, sobre si se va a ratificar esta decisión de excluirlo de este proceso que se ha convertido en una auténtica pesadilla para Acuña.

Como también tengo dudas sobre si Julio Guzmán será efectivamente dejado fuera de combate, en un momento en que un sector del electorado parece haberlo adoptado como la opción para darle contrapeso a los llamados “dinosaurios” o “políticos tradicionales”. En el caso de Guzmán, por ello, en cambio, mis dudas son más fuertes, nada ligeras.

Imaginemos, sin embargo, que Acuña y Guzmán se van, que quedan finalmente excluidos del proceso electoral de manera irreversible. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? ¿A dónde va a parar este turbio río revuelto y qué pescador podría hacer su agosto?

Los impetuosos y entusiastas seguidores de Alfredo Barnechea y Verónika Mendoza creen ver en esto una oportunidad para acrecentar sus respectivas intenciones de voto y, consecuentemente, sus expectativas en torno a la segunda vuelta. A mí me parece que hay una inocente ilusión en ello: el voto se atomizará en medio de la incertidumbre gobernante, y en el río revuelto -no lo olviden- siempre gana el pescador más ducho y mejor entrenado. Barnechea y Mendoza dependen mucho de lo que hagan sus seguidores, más que de lo que ellos mismos puedan hacer; así ha sido hasta ahora, y así es como han empezado a figurar en las encuestas.

La situación está expectante, impredecible y enrarecida. Nada está dicho, si bien uno puede ver que algunos candidatos están desahuciados. A poco más de un mes para el día de las elecciones, la mayor certeza parece ser este caos nacido de las improcedencias, las tachas y demás, que echan sombras sobre un proceso electoral atípico e inédito.