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Con la caída de , no solo se perdió al Presidente, sino también -al parecer- a su bancada en el Congreso. Ello se puede deducir tras el cortocircuito generado entre el primer ministro César Villanueva y los principales voceros del grupo de Peruanos Por el Kambio (PPK), lo que conlleva a no tener claro con quién gobierna el mandatario Martín Vizcarra, ni hacia dónde se dirigen sus políticas.

Aunque el nuevo Ejecutivo tiene el derecho -con destreza o no- de mover sus piezas para gobernar, con los mejores aliados del Parlamento o de los gobiernos del interior, es todavía confuso para el país conocer quién apoya al Presidente y, a la vez, este a quiénes respalda. Ya no se sabe qué bancada es oficialista o de oposición.

Le haría mal al Gobierno abrirse un frente de discordia con PPK. Por eso, la responsabilidad recae directamente en Villanueva, quien se ha entregado en cuerpo y alma a tender puentes con Fuerza Popular y, por ahora, mira como el patio trasero de la casa a sus originales aliados.

No obstante, como su brazo derecho, Villanueva no camina solo, sino que es de suponer que posee el respaldo de Vizcarra. El unir músculo solo con Fuerza Popular transmite la idea de un Ejecutivo muy débil. En ese sentido, es positiva la reunión de las últimas horas entre el presidente con los “provincianos” de PPK.

Las últimas declaraciones de Bruce, Violeta, Sheput y Aráoz sobre el distanciamiento con el Gobierno son las primeras clarinadas de alerta sobre una futura batalla, que bien Vizcarra puede evitar. Necesita que su portavoz en el Consejo de Ministros se encargue, salvo que esa sea la intención.