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Olivia Pizango Inuma es miembro de una de las etnias amazónicas que todavía sobreviven a la extinción en la selva amazónica: los “Chayahuitas”, oriundos del Alto Amazonas, en el departamento selvático de Loreto.

De regreso a Piura, donde trabaja desde hace dos años atrás como doméstica, la mujer de 32 años desapareció sin dejar rastro alguno después de desembarcarse en una agencia del ómnibus que la trajo desde la ciudad de Tarapoto.

La nativa chayahuita no se perdió en el camino, pues era su segundo año realizando ese trayecto entre la casa familiar que le dio empleo y albergue en nuestra ciudad, y su apartada comunidad indígena en el Amazonas.

El año anterior, 2014, efectuó ese trayecto sin ningún contratiempo. Se fue de vacaciones a su tierra y regresó un par de semanas después, para reintegrarse al servicio que le permitía ahorrar dinero durante todo el año para ayudar a los suyos.

capturada. De algún modo, dijo este martes don Fabián Escobar Chiroque, quien era como un padre para ella, habría caído en las redes de una red de tratantes de personas que la abordaron apenas pisó suelo piurano. Las circunstancias de cómo ocurrió eso todavía son un misterio para la Policía.

Olivia Pizango está soltera y aunque tiene 32 años de edad parece de 22, dada su inocencia. No tiene hijos, ni familiares en Piura.

Quien le abrió las puertas de su casa, en setiembre del 2013, fue precisamente Fabián Escobar (48), quien la empleó en su casa de la manzana S’, lote 7, de la Urbanización Bancaria.

Con Fabián vive en ese sector con su esposa, Madeleine Venancio (44), y sus dos hijos. Con ellos vive una pequeña familia conformada por Dolores Huanca, quien a su vez tiene un hijo.

El último rastro. Según una denuncia interpuesta el pasado 14 de setiembre en la Sección de Personas Desaparecidas de la Divincri Piura, ella fue embarcada el sábado 12 en la agencia de Tarapoto de la empresa de transportes “Sol Piurano”.

Fue una sobrina de la familia donde laboraba quien le dio la despedida y llamó de inmediato a don Fabián para que la espere, el día siguiente, en Piura.

Debido al largo y habitual periplo que sigue ese vehículo, debió arribar a nuestra ciudad a eso de las 5 de la mañana del domingo 13. Su empleador llegó a buscarla a eso de las 6 y 30 de esa mañana y ya no encontró a nadie. Regresó a casa pensando en que se habían cruzado con ella en el camino, pero la mujer tampoco había llegado.

Desde entonces, hace exactamente diez días contando el de hoy, nadie sabe nada de Pizango Inuma. Es como si la tierra se la hubiera tragado repentinamente.

Trata de personas. Por las primeras indagaciones policiales, se supo que en agencias como la que empleó la mujer para viajar a Piura, merodean varias mujeres que se acercan a las recién llegadas y les ofrecen empleo. “Algunas veces, realmente se trata de personas interesadas en contratar a una chica para el servicio en sus viviendas, pero en otros casos se trata de integrantes de mafias de tratantes que captan a mujeres jóvenes con el cuento de darles trabajo”, advirtió un experimentado policía de la Divincri.

A las que son captadas, estas mafias las obligan a prostituirse, casi siempre bajo la amenaza de ser asesinadas o maltratadas si se resisten.

En esta ciudad se han dado innumerables casos de mujeres, algunas incluso adolescentes, que se han visto sometidas a trabajos forzados en fábricas en el campo, o en minas informales.

En casos extremos, algunas son reclutadas para mendigar en las calles, hacer espectáculos en los semáforos, trasladar droga e incluso comercializar sus órganos como terribles formas de explotación moderna.

Las Denuncias. Las estadísticas que las autoridades manejan sobre las víctimas del flagelo de la trata de personas son todavía insignificantes, pero han ido en franco crecimiento en los últimos años.

De acuerdo con la Comisión Regional de Lucha contra la Trata de Personas en Piura, solo existen 663 denuncias que van desde el año 2004 a la fecha.

En el presente año, según la estadística que se tiene hasta el mes de junio, suman 18 los casos denunciados, aunque es fácil entender que esa cifra no refleja los casos que realmente se presentan, pues las víctimas suelen no denunciar por temor o vergüenza.

Los casos reales de trata suman miles cada años, según los estimados más optimistas.

El comportamiento que han seguido los casos que quedaron registrados tanto en la Policía como en el Ministerio Público, ha sido así: el 2004 se denunciaron 5 casos, el 2005, 13; el 2006, 30; y al año siguiente (2007) éstos subieron a 70 bajo registro oficial.

Crece y crece. Ya en el 2008 las denuncias por trata de personas en nuestra región creció exponencialmente, a 81 de 5 registradas el 2004.

El año 2009 se repitió esa cantidad de denuncias (81), pero el 2010 y el 2011 subieron a 108 y 168, respectivamente, según la comisión regional.

Para el 2012, 2013, 2014 y 2015, esos registros oficiales sumaron 107 casos, citando a fuentes del Ministerio Público.

Cómo las prefieren. En todos estos procesos entablados, se descubrió un denominado común entre las víctimas, casi en su totalidad mujeres.

Los tratantes de blancas las “prefieren” con un determinado perfil: que tengan entre 13 y 22 años; que sean atractivas y cuenten con un nivelo de instrucción insuficiente.

No solo eso. También buscan a madres solteras o mujeres con baja autoestima por desfragmentación familiar.

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