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Cada 7 de octubre, los pobladores de Viacha, capital de la provincia de Ingavi, departamento de La Paz (Bolivia), le rinden homenaje a la Virgen María del Rosario y como sucede en épocas festivas en la mayoría de pueblos del Altiplano, los conjuntos de morenadas, tinkus, kullawadas irrumpen en las calles para vestirlas de diferentes colores. La música retumba en el espacio e invita a bailar, son tradiciones que están arraigadas desde tiempos inmemoriales.

SICURIS. Desde Alto La Paz a Viacha, el viaje dura aproximadamente media hora en vehículos colectivos. La festividad invita a la diversión, pero es el conjunto sicuariano Centro Viacha Aymara, el que cautiva toda nuestra atención. Esta agrupación fue fundada el 21 de junio de 1996, propulsada por varios jóvenes, entre ellos, Carlos Laruta Vino. La intención fue siempre tocar, los diferentes estilos que han surgido a través de los años en el Altiplano.

CONIMA. Una de las influencias sicuarianas que se arraigó en esta parte del territorio boliviano es la de Conima. La influencia del emblemático conjunto Qhantati Ururi, es evidente y este año, los integrantes del Centro de Viacha Aymara, una vez más, hicieron palpitar los corazones de quienes no ven frontera alguna, cuando de música se trata.

Laruta Vino, sostiene que desde la agrupación a la que él representa, nunca se ha tratado de fomentar rechazo a manifestaciones culturales que se han surgido en el Altiplano, inclusive antes de la constitución de repúblicas.

Desde el punto de vista, de este artista boliviano la música es básicamente un canal de hermandad, de unión. 

“Antes de tener cualquier nacionalidad, somos sobre todo seres humanos, las fronteras las han creado quienes no tienen ninguna noción de lo que el poblador andino vive y siente”, asevera.

Evidentemente y escuchando a esta agrupación de sicuris, imaginariamente estamos en Conima o en Juliaca, en Puno, o en cualquier otra parte del Altiplano, de esa gran Nación Aymara.

“Discrepamos con músicos bolivianos que intentan a través de diferentes argumentos, señalar que una u otra manifestación cultural es de uno u otro país, eso no es un aporte, es lamentable que en pleno siglo 21, todavía haya chauvinismo en algunas personas”, agrega Laruta.

Es el mediodía del 7 de octubre y el conjunto Centro Viacha Aymara, se desplaza por las calles de esta bella localidad boliviana. Las notas de los sicuris, me conmueven igual que siempre, el corazón late más fuerte que otras veces, las mujeres que acompañan la agrupación, concentradas en su coreografía, despliegan contagiante alegría. A los costados los aplausos son el elemento que motiva el movimiento con más energía, con más fuerza.

Mientras saco fotos y filmo el despliegue musical, pienso en cómo es que la música del Altiplano, en algunos casos, ha ignorado imposiciones geográficas.

Antes de volver, envuelto por esas mágicas notas, estoy bailando con una viacheña, ella no sabe que soy peruano, pero eso no importa, ambos nos dejamos llevar por la música, comentamos lo hermosa que es, y todos estamos felices.

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