Arica: la curiosa historia del empresario peruano que atiende en japonés
Arica: la curiosa historia del empresario peruano que atiende en japonés

El inglés es necesario si de recibir turistas se trata, pero saber japonés puede ser aún más útil si se sabe cómo aprovecharlo. Samuel Cámara Chacaliaza es un ciudadano peruano que ya lleva 13 años en Arica. Tiene a su esposa Violeta Sánchez, que es secretaria bilingüe y juntos administran la residencial América, a la que los turistas japoneses llegan con total tranquilidad, ya que él maneja su idioma como si fuera el propio, le comentó al diario .

Cuando en Perú Alberto Fujimori estaba en el poder, las relaciones con el país de los samuráis estaban en pleno apogeo. Entonces, Samuel decidió embarcarse a probar suerte, aprovechando que tenía familiares. Allí estuvo trabajando en el mercado de los famosos fideos y sopas instantáneas de ramen, el que fue su empleo inicial en una sociedad totalmente distinta, la que hizo suya a base de la costumbre.

En la cómoda casa de alojamiento, Cámara muestra su antigua identificación, llena de caracteres japoneses. Solo su nombre y algunos números pueden ser leídos fácilmente, y es que su estadía en esa tierra lo cambió. "Allá todo es como robot, en los años que trabajé nunca llegué tarde, empecé desde abajo y el círculo japonés es muy cerrado, siempre siendo puntual y aprovechando el día. No ves basura en las calles, no puedes botar el vidrio con el cartón, tienen sus respectivos colores y a fin de año tienen cuatro días de descanso, donde ni los bancos ni los supermercados trabajan, entonces debes tener comprado todo para que dure esos cuatro días".

Luego de diez años, Samuel conoció a su esposa por internet, donde mantuvieron una relación a la distancia, hasta que se dio la oportunidad de juntarse en Arica, donde decidieron quedarse y hacer crecer el pequeño negocio de una residencial de ocho habitaciones.

Con el tiempo ahora los dos son una especie de punto de encuentro para cualquier japonés que decida darse una vuelta a la eterna primavera, ya que Samuel a más de uno ha salvado con su talento en ese idioma.

"Tengo anécdotas, como la vez que un taxista en ese tiempo le estaba cobrando a un matrimonio japonés, cinco mil pesos por traerlos desde el terminal hasta la residencial en Sotomayor y yo abogue por ellos y se puso choro y a tirar garabatos, más encima quería que le pasara una comisión por llevar al turista y eso es un abuso, también llamamos a una agencia para que los llevaran al museo de Azapa, nos dijeron un precio y nos cobraron el doble".

TURISTA ASIÁTICO

La residencial ya se ha llevado una buena impresión hacia el extranjero. Samuel indicó que el dato se lo pasan cada cierto tiempo y ya es costumbre recibir a los isleños en Arica. "Así como uno comenta cuando viaja, allá lo hacen y viene más gente, pero si los vas a tratar, mal y a cobrarles los precios que no son, entonces no vendrán, allá es puro verde, llueve siempre y Arica es seco, les gusta el desierto, les llama la atención el Morro, porque les recuerda la montaña Fuji que tienen".

SUSHI

"El sushi de acá les llama la atención, porque lo hacen con cualquier pescado. Allá existen otros peces y que son exclusivos para preparar sushi, igual que un japonés comió en el puerto y en la noche estaba con fiebre, como a las 3 de la mañana lo llevé a la clínica, con una atención pésima lo dejamos, pero nadie se quería hacer cargo, porque los japoneses hablaban inglés, pero ellos en la clínica no hablaban nada. Me quedé, les traduje todo, le pusieron suero hasta que pudimos salir", narra.

Algo que tiene en común Japón con Chile son los terremotos y Samuel tenía familiares en la ciudad de Ibaraki-ken. Contó que toda construcción japonesa está diseñada para moverse junto al sismo, y que la cultura sobre estos temas allá está un paso adelante. "Claro que están acostumbrados, pero acá los edificios son distintos, recuerdo que la ciudad de Kobe se cayó completa, pero no tardaron más de seis meses en levantarla de nuevo, con una cantidad inmensa de trabajo, hacíamos los techos prefabricados y listo, en dos horas tenías la pared, los puentes, todo, la mano de obra, pero una cantidad enorme, llegué a ganar 33 dólares por hora, era mucho dinero, pero el alojamiento y la comida es lo caro, pero tenía la facilidad que la empresa me pagaba la mitad del arriendo y un bono por combustible. Trabajé 10 años y cuando estuve arriba me dejaron como chunin, quien es como un jefe a cargo de un grupo de personas, por nunca decir no a los trabajos extras, trabajé hasta los feriados, pero en ese tiempo la economía no era estable en el Perú.

Samuel confesó que a la semana de estar en la ciudad ya quería devolverse a Japón, dice que el respeto y la puntualidad es lo que más rescata de la cultura nipona, aunque también confiesa que aquí encontró el amor y ya no está dispuesto a dejar todo lo que ha hecho ni a dejar de asistir a los turistas asiáticos. "Me despertaba en la noche por no acostumbrarme, pero empezamos de a poco a ganar proyectos, ya que hay muchas oportunidades, pero la gente no sabe, fuimos arreglando y de a poco me fue gustando".

El locatario sigue siendo puntual y dedicado al trabajo, ahora espera la llegada de los turistas para una vez más practicar su japonés y traer viejos recuerdos de su paso por esas tierras.

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