Adolfo Aguilar es un producto. Un muñeco envuelto en una caja de 'Ken'. La mirada plástica, los brazos rígidos, la sonrisa congelada. Se mueve robóticamente para imitar a un muñeco. Pero de pronto se harta. De pronto grita, suda, salta, golpea las paredes rosas que lo atrapan, escapa. Adolfo Aguilar sale de la caja. Se libera. Pero sigue siendo un producto.

Desde hace muchos años, el conductor de Yo soy –programa de imitación que alcanza picos de 30 puntos de 'rating'– aplica el 'marketing' sobre sí mismo. Ha trabajado en su empaque y en su contenido, en su promoción y en su estrategia.

"Ser un producto implica tres cosas. Primero: no ser relacionado a nada negativo. Segundo: nunca verte mal, por eso los productos cambian de empaque eventualmente, se modernizan. Y tercero: la sonrisa. Eso te da mayor alcance, te abre puertas", revela y sonríe. Siempre sonríe.

¿Qué has hecho para trabajar tu imagen?

Me he puesto pelo dos veces (se jala unos mechones). Tengo la tendencia a ser pelado. He gastado mucho dinero en mis dientes (sonríe) y siempre cuido mi peso. Hago dietas, tomo pastillas, hago todo lo que sea necesario. Hace años me hice la 'lipo'. Tenía 15 kilos de más.

Si eres un producto, ¿cuál sería tu FODA (fortalezas, oportunidades, debilidades, amenazas)?

Mi mayor debilidad es que me equivoco mucho. Pero mi mayor fortaleza es que de mi error sale una broma. Mi equipo de producción en Yo soy ya no me lee la pauta. Me dice: equivócate, porque cuando lo haces, tu cara, tus gestos, tu forma de excusarte es lo máximo... Yo he hecho una carrera del error. Si no me equivoco, entonces no soy Adolfo Aguilar. Fotos: Johanna Valcárcel

Puedes leer la nota completa en la edición 152 de la revista

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