Santiago Roncagliolo: “La violencia es un juguete rabioso y traicionero"
Santiago Roncagliolo: “La violencia es un juguete rabioso y traicionero"

El escritor peruano Santiago Roncagliolo da una mirada “salvaje” a su etapa escolar con La noche de los alfileres (Alfaguara 2016), novela ambientada en una convulsionada Lima de los años 90 debido a la ola de violencia que sembraba la organización terrorista Sendero Luminoso.

Los adolescentes Carlos, Manu, Beto y Moco son los protagonistas de esta historia, una de las “más difíciles” que le ha tocado narrar hasta ahora al autor de Abril rojo.

Has dicho que con La noche de los alfileres ya era tiempo de mirar atrás. ¿Cómo nace esta historia? 

Nace del hecho de que tengo hijos, dos niños, y me di cuenta de que desde que empiezan a ir al colegio, tengo miedo a que sean martirizados y hostilizados por sus compañeros. Mi recuerdo del colegio es que un chico que fuera mínimamente diferente era una víctima. Supe que me estaba angustiando demasiado, que la mayor parte de ellos se tratan razonablemente bien, que en su mundo hay gays que tienen hijos; en el mío, si alguien era afeminado, le pegaban. También creo que hay un paralelo importante en cómo era el Perú en que crecí (años 90) y la Europa en la que vivo. A los chicos de este libro, que viven en su barrio pituco y están acorazados, amurallados, la violencia los alcanza; Europa ahora mismo es el barrio pituco del mundo, también está amurallada para que no entre la gente, pero los que están poniendo bombas son los que han nacido ahí.

¿Estos cuatro chicos existieron en tu colegio? 

Todos tienen algo de mí, todos tienen algo de otros chicos. Cuando escribes una novela, el proceso que haces es como si tomases un espejo de la realidad, le dieras un martillazo y todas esas piezas las recompones. Carlos trata de usar la razón; Manu decide desde la rabia; Moco, desde el dolor; Beto, desde el amor. En el fondo todos tenemos esos cuatro elementos y se van alternando en nuestras decisiones. Quería ponerlos todos juntos y que exploten.

Y cada uno explotó en su historia... 

Todos llevan al límite sus miedos y características. Me gusta llevar a los personajes al extremo. En general, mis personajes oscilan entre los perdedores y los psicópatas, y cómo uno se convierte en otro y cómo ambas cosas son caras de lo mismo; ambas cosas tienen que ver con lo que la sociedad espera de nosotros y lo que queremos hacer. Los perdedores respetan todas las normas sociales y no satisfacen sus apetitos, y el psicópata, con tal de satisfacer su apetito, no respeta ninguna normal social.

Dices que Beto guarda características tuyas porque le gustaba la lectura... 

Digamos que yo era sospechoso de maricón porque leía y no jugaba fútbol, pero era limítrofe. Cuando veían a un afeminado de verdad, iban por él; cuando faltaba uno, ya venían por mí. A los afeminados los machacaban mucho y acabamos todos en la biblioteca. Y Beto encarna estas dos partes: descubrir que su sexualidad es diferente y también descubrir que tiene una sensibilidad desarrollada para la lectura.

¿Y qué compartes de Carlos, Moco y Manu? 

Carlos es el más “mainstream”, el que va en busca de mujeres como uno va de safari, con el pelo parado, plano a los lados, largo atrás, apestando a colonia Drakkar. Moco es un fanático del cine; yo también vendía porno en las clases porque encontré un proveedor en el barrio. Como era un poco limítrofe, el porno te hacía interesante, importante dentro de la cadena alimenticia de nuestra jungla. Hice eso durante un año. Manu quizás es el más lejano a mí porque surge del personaje de su padre. Conocí a un veterano militar que me contó que había disparado a niños en la zona de emergencia (en Ayacucho). Entendí su punto de vista, pero me quedé pensando qué clase de hijo puedes criar cuando has hecho eso. Quise imaginar cómo sería su hijo, qué le hizo su padre y en qué lo pudo haber convertido.

En esta novela, la represión es vista como una bomba de tiempo... 

Se va poniendo peor porque creo que la violencia es un juguete rabioso, traicionero entre los que la emplean, y en el caso del Perú también fue muy claro. Tanto Sendero, cuando desata su guerra, como el Estado, cuando desata su represión, creen que pueden controlar la violencia o manejarla para conseguir sus fines. En realidad, la violencia los usa a los cuatro, terminan todos arrastrados por algo que es más grande que ellos y que no pueden controlar.

¿Por qué la elección de un colegio de jesuitas, La Inmaculada, de varones? 

Es el que yo conocí. Y porque parte de la represión que hace que estos niños exploten es la ausencia de mujeres -afortunadamente, el colegio ahora es mixto-. Para nosotros, las mujeres eran una especie exótica, un ecosistema lejano... Esa ausencia de mujeres era reemplazada por los estereotipos bíblicos -las mujeres eran vírgenes o putas- y se mezclaban con los prejuicios de clase: las chicas con las que te debías casar y con las que solo te debías acostar. El matrimonio era una cosa; el sexo era otra. Todo habría sido más fácil si hubiésemos visto mujeres de carne y hueso.

El director de Viejos amigos, Fernando Villarán, dijo que quería llevar Abril rojo al cine... 

Sí, hablamos, me encantó esa película, pero en este momento otro cineasta tiene la opción. Tom Sánchez (La navaja de Don Juan) está tratando de hacer el proyecto; lo veo con entusiasmo, ambición. Está tratando de levantar el proyecto en varios países y vamos a dejar que él intente hacer la película.

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