La fiesta debe continuar
La fiesta debe continuar

Aún mantengo nítido el recuerdo de aquella noche de un jueves, hace 11 años, en el antiguo Astrid & Gastón. Estábamos sentados al borde de una mesa redonda, nos alumbraba una luz tenue y éramos algo de diez o doce personas, entre cocineros, investigadores, directores de escuelas de gastronomía y amigos de la vida. Todos reunidos en una cocina. Una vez más en torno a una mesa, con el fin de conversar sobre los retos y futuro de nuestra gastronomía.

Hacía pocos meses que Apega se había fundado; si había algo en común entre todos nosotros eran las ideas, que aunque distintas, todas tenían que ver no solo con la recuperación y puesta en valor de nuestra cocina, sino con revalorizar firmemente toda la cadena gastronómica. Conceptos como sostenibilidad, biodiversidad, productor conservacionista, precio justo, cocina ancestral, valor añadido, entre otros, eran términos que primaban en esa charla.

Momento inolvidable

Fue una noche de excelente comida ofrecida por el anfitrión, Gastón, pero también fue una noche de sueños, inspiración, compromiso y muchos deseos de ponerse a trabajar para que todo ello se lleve a cabo. Ese día coincidimos en que la única forma de llevar a cabo todas esas ideas en armonía era hacer una gran feria. Sin esperar más, nos pusimos a trabajar en lo que se llamaría la feria “Perú, Mucho Gusto”.

La primera edición significó una gran alteración de las agendas de quienes estuvimos directamente relacionados con ella. Se trabajó día y noche, por mucho tiempo, dejando de lado proyectos personales, a fin de llevarla a cabo. Se sumaron muchos cocineros y apasionados de la cocina que colaboraron sin mayor reparo; de todos modos éramos muy pocos para el trabajo que demandó esa primera vez.

Con el mayor entusiasmo, esperanza y fe se abrieron las puertas de lo que se convertiría, en pocos años, en una de las mayores manifestaciones de orgullo por nuestra identidad.

Fueron tres días en los que esperábamos solo a 7 mil personas, pero llegaron algo de 20 mil. Esos tres días nos dimos cuenta de que teníamos que hacer muchas más cosas que solo cocinar. Nos las ingeniamos con quehaceres que, quizás, nunca pensamos realizar. Esos tres días nos pusieron a prueba, estoy seguro que no lo hicimos a la perfección, pero se trabajó con el mayor entusiasmo.

Luego de este evento, nuestras vidas no fueron las mismas, se cargaron de grandes sueños, muchos de ellos, en parte, se cortaron hace un año.

Estoy seguro que volveremos a la carga, porque el Perú y su cocina merecen reunirse y celebrar al menos una vez al año.