Se siente como una transgresión, como una travesura demasiado osada. Por un lado se presentan tres de los mejores productos de La Ibérica, compañía arequipeña con más de 100 años de experiencia convirtiendo granos de cacao en chocolate. Por el otro, vinos de algunas de las mejores bodegas de Iberoamérica: Rutini (Argentina), Valdivieso (Chile) y Torres (España).

El primer protagonista es un chocolate de leche con 38% de cacao. Al probarlo se deshace rápidamente en la boca. "Se derrite a la temperatura del cuerpo. Esto ocurre porque está hecho con manteca de cacao y no con grasas vegetales hidrogenadas como los que normalmente se encuentran en las tiendas. Esos no son verdaderos chocolates, son golosinas con sabor a chocolate", aclara Claudia Vidaurrázaga, gerente comercial de La Ibérica.

Como acompañamiento llega un espumante rosé de malbec de la marca Trumpeter (bodega Rutini). Se sirve en una copa Riedel Overture Champagne, cuya forma alargada y ligeramente curva conserva mejor el bouquet. El fino burbujeo de la bebida asciende delicadamente por el cristal. Según la sommelière Cristina Vallarino, cuanto más pequeña sea la burbuja, mejor será el espumante.

Balance ideal. El segundo round trae dos sabores muy complejos: chocolate con 52% de cacao -conocido popularmente como 'bitter'- y el vino Caballo Loco N° 13 de Valdivieso, que es una mezcla de la cosecha del año con el N° 12. En boca ambos productos son intensos, pero ninguno noquea al otro. Todo lo contrario, se complementan perfectamente. "Un chocolate más dulce hubiese hecho sentir amargo al vino", aduce Vallarino.

El tercer maridaje combina un chocolate fondant 45% de cacao. Es ligeramente menos intenso que el anterior y tiene leves notas dulces. Lo acompaña el vino Floralis Moscatel Oro de Torres, una bebida que parece miel por su densidad, dulzor y profundo color ámbar. Probarlos juntos es toda una sorpresa. Si el chocolate por sí mismo puede otorgar la sensación de bienestar (pues contiene feniletilamina, sustancia involucrada en el proceso de enamoramiento), al combinarse con el vino, el simple placer se convierte en éxtasis.