“Jefatura del detall de la plaza y baterías de Arica. A bordo del Limari, Arica julio 9 de 1880. Señor Secretario de estado en el despaccho de guerra. s.s. Después del resultado desgraciado de nuestras armas en el combate librado el 26 del mes pasado en los Altos de Tacna, la plaza de Arica cuya custodia había sido encomendada a la diminuta y mal armada fuerza de nacionales, que aparece del estado adjunto, quedó sometida a un estrecho asedio de mar y de tierra por fuerzas infinitamente superiores a las nuestras”, así inicia el parte de la batalla de Arica escrita por el héroe moqueguano Manuel C. de la Torre.
El militar peruano cayó prisionero tras la batalla de Arica. Años después en 1903 ascendió a coronel efectivo por el Congreso de la República, luego ocuparía la Prefectura en 1901 y la comandancia General del Ejército.
Manuel C. de la Torre integró a las sociedades “Sobrevivientes de Arica” y “Vencedores de Tarapacá”, y en 1905 participó en la inauguración del Monumento a Francisco Bolognesi al descorrer el velo de la estatua.
“La noche fue completamente oscura y a las 5 y media de la mañana, cuando aún no había luz para distinguir los objetos a un kilómetro de distancia, un cañonazo de las baterías del este, al que siguieron otros, anunció la proximidad del enemigo por ese flanco. Pocos momentos después rompióse el fuego de fusilería y se trabó reñido combate.
Media hora después de trabado el combate, el jefe de la plaza, que veía aumentarse excesivamente las fuerzas que atacaban por el este, mientras que nuestras filas disminuían rápidamente por las bajas que ocasionaba el nutrido fuego enemigo, y que veía distantes todavía las fuerzas que emprendían ataque por el norte, dispuso viniese en auxilio de la 8ª. división.
Llegaban a paso de trote a las faldas del Morro los batallones Iquique y Tarapacá que formaban la expresada división, cuando arrolladas nuestras fuerzas del este por el excesivo número de los que atacaban por ese lado, se replegaban ya sobre los parapetos del Cerro Gordo. A gran esfuerzo, jadeante llegaron a la altura del Morro el teniente coronel don Ramón Zavala a la cabeza de medio batallón del Tarapacá y el teniente coronel don Roque Sáenz Peña a la cabeza de medio batallón de Iquique, rompiendo con bravura sus fuegos sobre el enemigo, que ya coronaba la altura del Cerro Gordo, y los flanqueaba al mismo tiempo por los lados del este y oeste con otras fuerzas.
En esta situación, se replegaron sobre los parapetos del Morro los medios batallones del Iquique y Tarapacá con los restos de la 7ª. división para hacer allí el postrer esfuerzo; mientras los medios batallones, que aún no habían tenido tiempo para llegar, fueron dispersados bajo el mortífero fuego de Cerro Gordo.
Palmo a palmo y con empeñoso afán fueron defendidas nuestras posiciones hasta el Morro, donde nos encerró y redujo a unos cuantos el dominante y nutrido fuego del enemigo de más de una hora.
Era las 8 y :39 minutos de la mañana cuando todo estaba perdido; muertos casi todos los jefes, prisioneros los únicos que quedaban, y arriada por la mano del vencedor nuestra bandera. En tan supremos momentos, volaron casi todos los polvorines y pudo inutilizarse algunos cañones del Morro, mientras que las baterías del norte atacadas ya por el regimiento también sus polvorines e inutilizaron todos sus cañones.
Perdida toda esperanza, el Manco Cápac que, con las baterías del norte había protegido nuestra izquierda, hizo proa al Cochrane, y desengañando de no poder hacer su postrer tiro al enemigo, su comandante, con serenidad y acierto, le echó a pique para no dar ese nuevo elemento de poder a las fuerzas marítimas de Chile.
Han sucumbido en la lucha los coroneles don Francisco Bolognesi, don Juan Guillermo Moore, don Alfonso Ugarte, don José L. Inclán, don Justo Arias y Aragüéz, don Mariano E. Bustamante; los tenientes coroneles don Ricardo O'Donovan, don Ramón Zavala, don Francisco Cornejo y Don Benigno Cornejo; los sargentos mayores don Armando Blondel, don Felipe A. Zela y don Fermín Nacarino y muchos señores oficiales. Quedan heridos algunos y prisioneros los demás, de todo lo cual encontrará u.s. adjunta una relación detallada.
Atacaron por la parte del este los regimientos de línea 3º y 4º, fuertes de mil doscientas plazas cada uno, y el batallón Bulnes, sirviendo de reserva el Buin; y por el norte el regimiento Lautaro, toda la artillería y caballería, más de siete mil hombres.
Numerosa es la mortandad por nuestra parte que se calcula en las dos terceras partes de las fuerzas defensoras. No es mucho menos la del enemigo.
Adjuntos encontrará también u.s. los partes que han pasado a algunos jefes de cuerpo y baterías, que elevo originales.
Es esta, señor secretario, la relación fiel y a grandes rasgos de los hechos ocurridos desde el 26 del pasado hasta el 7 del presente, en lo que se relaciona con la plaza de Arica; y de los cuales, he creído de mi deber, por muerte del jefe de la plaza dar a u.s., este parte, para que llegue a conocimiento de s.e. el jefe supremo de la República.
Al hacerlo, omito apreciaciones y recomendaciones, dejando al país al supremo gobierno la calificación de los hechos, cuyos detalles daré en circunstancias más propicias.
Quieran Dios y la patria aceptar el sacrificio de tantas víctimas, de tantos patriotas de corazón, como un holocausto ofrecido en aras del honor nacional para la salvación del país; y pluguiera a la Divina Providencia, por tanta sangre generosa vertida, que nuestro gobierno sea siempre bien inspirado y retemplado el valor, la fe y el entusiasmo en nuestro pueblo, que una vez por todas debe mostrarse unido y viril hasta ver realizados sus nobles propósitos. Manuel C. de la Torre”.
Fuente: Recopilación de partes y documentos de la Guerra del Pacífico, Carlos Milla Batres. Editorial Milla Batres, 1980.
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