Carmen Escobedo Revoredo: “Estar en el escenario es un placer un poco masoquista”
Carmen Escobedo Revoredo: “Estar en el escenario es un placer un poco masoquista”

El oído absoluto, un don que reconoce toda frecuencia sonora a la perfección, es la llave para una profesión que, en más de una ocasión, está llena de silencios. El padre de Carmen Escobedo, un profesor de música de colegio, descubrió esta singular característica en ella a la sazón de los tres años de edad. Desde entonces ve a los instrumentos musicales como algo muy a fin a su vida.

Ha tenido dos grandes profesiones: arquitecta y pianista. Ambas requieren una cierta soledad, ¿cómo lo ha llevado? 

En ambas carreras se estudia sola por muchas horas. En el caso del piano, este instrumento no es como los que acompañan a una orquesta. Allí, los músicos están en grupo, se fijan unas metas y trabajan juntos. Y honestamente, disfruto del silencio.

En ese silencio en el que convive gracias al piano, ¿la música le ha enseñado algo? 

Yo siempre he sido chancona, pero al dedicarme a la música, una encuentra la pasión. Creo que esa palabra define a todos los músicos. Cultivamos una actitud apasionada. No importa las horas de estudio, ni los sacrificios, porque avanzamos entre lágrimas, caídas y superaciones. Te vuelves fuerte.

¿También lo ve en sus aulas? 

Veo en los chicos del conservatorio lo mismo que me llevó a mí a estudiar música. Se pasan horas ensayando un solo pasaje hasta que les salga, pues lo que buscamos los músicos es la excelencia. Ellos son disciplinados, y no puede haber música sin disciplina.

¿Y por qué elegió la interpretación, un mundo casi dominado por varones? 

Terminé la universidad y me di cuenta que mi vida futura no la quería frente a un tablero, sino sentada en un piano. En la época que yo estudiaba había más mujeres que hombres (risas).

¿La música clásica vive o sobrevive en el mundo actual? 

En el Perú ha sobrevivido. Junto al conservatorio, tuvo épocas muy difíciles pero no desapareció. Ahora hay más impulso con diferentes espacios. Todo radicará en la difusión que consiga.

¿Y hay espacio en su vida para la música que no sea la clásica? 

Sí. Me gusta la música en general. Me gusta bailar, y por eso prefiero la música de la selva. Es una maravilla. Después, amo la música chicha. Me gusta oír de todo un poco y no me encierro en el género clásica.

Pero no me la imagino escuchando reguetón...

Sabes, a lo que me negué un poquito fue a la música trance. Yo la escuchaba mucho en mi casa porque mis hijas estaban en toda la onda. Me decía: “No. Repiten demasiado, mucha monotonía”. No es que me siente y sintonice en la radio, pero si la melodía es buena, sí.

¿Hay música clásica que no le guste? 

Tengo compositores que me gustan más y otros menos. Casi siempre cuando conozco la obra, me gusta. Me inclino hacia algún estilo y, sobre todo, por la calidad de la innovación.

En estos años de trayectoria, ¿ya sabe la clave para una buena interpretación? 

Va desde conocer la obra. No basta aprender las notas, al compositor y el hecho histórico de su creación. Se puede interpretar de una forma, pero siempre se tiene que respetar más o menos el estilo.

¿Y qué disfruta más: enseñar o estar en el escenario? 

Por mucho tiempo pensé que solo el goce estaba en el escenario. Es un placer un poco masoquista porque uno sufre para salir. Pero cuando estás en ese espacio y terminas de tocar, piensas: “Ay, ¿cuándo será el otro concierto?”. En la música es así: sufres, gozas y repites el plato de salir en público. Pero la enseñanza también me gusta porque brindo todo lo que me han dado a mí. Ninguna de las dos lucha por sobresalir.

¿Y lucha por algo? 

Desde hace 40 años lucho porque el Conservatorio avance académicamente. Nosotros tenemos rango universitario, pero hasta ahora no podemos dar el título de posgrado. Por esta limitación hay una gran fuga de talentos. Creo que una solución sería convertirnos en universidad. Eso valoraría todo el esfuerzo que hemos hecho para que nuestras carreras universitarias estén aprobadas por la Asamblea Nacional de Rectores.

¿La educación musical está dejada de menos en el Perú? 

Por supuesto. Los colegios privados sí lo resaltan, pero no es suficiente. Se necesita una educación pública con educación musical. Eso se quitó del Currículo Nacional y ahora un profesor dicta en una hora todas las artes. Así no es.

CIFRAS

2015 fue el inicio de su periodo como directora general.

1996 año en que ganó una beca en el “39 Curso Inter-nacional de Inter-pretación de Mú-sica Española”.

PERFIL 

CARMEN ESCOBEDO

Directora general

Ingresó como docente al Conservato-rio Nacional de Música. Más tarde, en ese mismo lugar, ocupó el cargo de directora académica (1994 y 1999-2002).

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